Desconocida en occidente y también en oriente la emperatriz, la concubina que creó la China moderna», ha sido artífice de la modernización del gran imperio en el que conviven cinco etnias: manchú, han, mongol, hui, tibetana. Introdujo el ferrocarril del norte al sur, y comenzó el transiberiano pactado con Rusia que la traicionaría. El telégrafo fue otro empeño suyo, así como la libertad en la prensa si bien tutelada. Modernizó la industria naval y formó un ejército profesional y moderno, dejándose aconsejar por los occidentales. Logró cambiar algunas costumbres como vendar los pies de las mujeres, fue amiga de mujeres occidentales esposas de los embajadores de Estados Unidos o Gran Bretaña. Por ello se la ha considerado a la altura de Isabel de Inglaterra y de Catalina de Rusia.
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No estaba afectada por la
No estaba afectada por la cerrazón de sus contemporáneos hacia occidente, los «peludos» (mao-zi), sino que estuvo abierta para aprender de ellos en la industria, en la comunicación, y en la política introduciendo cambios paulatinos y abriendo la oposición frontal de muchos colaboradores.
El año 1898 queda señalado como de la Gran Reforma, así como el año 1902 o de la Gran Transformación del país en educación y viajes al extranjero; sus embajadores a Gran Bretaña, Francia, Alemania y Rusia le informaron de la organización parlamentaria en esos países. Se decidió, con muchas oposiciones altas a establecer la Monarquía Constitucional, primer paso para una Monarquía Parlamentaria, y el voto de todos los chinos, incluidas las mujeres, que llegará en 1909, un año después de su muerte.
Tuvo que habérselas con muchos enemigos: los ingleses y franceses, que luego colaborarían por su propia conveniencia; los rusos ávidos de la gran Manchuria; y siempre los imperialistas japoneses sus grandes enemigos, los «demonios» que le pusieron en aprietos muchas veces. Tuvo que pagar cuantiosas indemnizaciones al perder la guerra a partir de l842. Rechazó a los «boxers» violentos como revolucionarios en algunas provincias del imperio, pero también los aprovechó en sus seculares conflictos con países occidentales. No tuvo más remedio y luego pidió perdón por ello, sobre todo por los ataques en Pekín y otras ciudades en que murieron cientos de cristianos. Luego se arrepintió. Cixí era una mujer religiosa que practicaba el confucianismo y sopesaba los asuntos en conciencia. Pertenecía la etnia manchú y con ella acabó la dinastía Quin que había gobernado el imperio durante más de 260 años. El emperador puesto por ella, Pují de 5 años abdicó, y vendría el nacionalismo de Chang-Kai-Shek y la terrible época de Mao Zedung apoyado por Stalin durante casi cuarenta años.
La autora, Jung Chang es conocida por su primer obra, «Cisnes Salvajes» que refiere el periodo posterior a Cixí, y también por su otra obra sobre el período de Mao. Son obras bien trabajadas, muy documentadas, bien escritas «desde dentro» y bien traducidas. Una delicia para el lector culto que permite conocer la mentalidad china de los últimos siglos, sus costumbres, y sus transformaciones hasta llegar a la China actual, pero luchando siempre con dos grandes enemigos: la pobreza y los imperialismos.