Contra Occidente

Descripción de los movimientos anti-americanos y anti-occidentales existentes en la actualidad. Muchos se caracterizan por su oposición al capitalismo y a la globalización (sea esto lo que sea). Destaca la extensión que dedica el autor al líder venezolano Hugo Chávez, verdadero protagonista del libro. También se tratan el islamismo radical y lo más próximo a nosotros: los movimientos anti-sistema occidentales y los intelectuales que los apoyan. Algunos de estos intelectuales, recuerda el autor, se han convertido al Islam y, en general, detecta en ellos una "nostalgia de la guerra fría".

Ediciones

Edición Editorial Páginas ISBN Observaciones
2008 La Esfera de los Libros,S.L.
463
978-84-9734-781-5

Subtítulo: La emergente alianza antisistema.

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Comentarios

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El autor está muy versado en el tema que trata, pero el libro no es bueno. No lo es porque es parcial y farragoso. En el primer aspecto, está clara su vinculación política, pero ésta no debe hacerle cerrar los ojos a la realidad: los reultados que encontramos ahora en el orden o desorden mundial no son solo producto de alianzas antioccidentales, ni de que los "malos" tienen mucho poder, hay que ser honrado y hablar de la nefasta colonización y la peor descolonización, de los abusos e injusticias cometidos en nombre de la superioridad cultural occidental, de los negocios armamentísticos hechos por occidente, etc, etc. En el segundo aspcto, digo que resulta farragoso porque la tesis del libro está expresada en 30-40 páginas y el resto es una repetición y un darse razones para justificar las políticas occidentales. Con esto no descalifico el libro, simplemente critico su parcialidad y las omisiones.

Imagen de enc

"Contra Occidente" recuerda a los libros de Ricardo de la Cierva: exhaustivos en la información y escasamente analíticos. El autor describe una alianza anti-occidental participada por movimientos tan distintos entre sí como el islamismo yihadista, el indigenismo sudamericano y los movimientos anti-sistema occidentales. El autor reconoce que Occidente ha cometido errores en sus relaciones con el resto de los países, pero no desciende a señalar cuáles sean esos errores. No dice que en la última década dos países islámicos han sido invadidos por Occidente: Afganistán e Irak, y que Israel ha hecho lo propio con el Líbano por enésima vez. Las armas que ahora se vuelven contra Occidente en Afganistán fueron proporcionadas por los Estados Unidos a los talibanes para combatir la invasión soviética, por lo tanto la URSS no podía ocupar Afganistán pero la OTAN, al parecer, sí. Omite el autor que los Estados Unidos alentaron la Primera Guerra del Golfo entre Irán e Irak y que cuando Sadam Husseín vio que no podía con Irán puso sus ojos en Kuwait, aliado de Occidente, mucho más fácil de invadir y mucho más rentable; y que todo ello dio lugar a la Segunda Guerra del Golfo y a la actual ocupación militar. Que Bush y los dirigentes que le acompañaron en esa aventura no se dejaron aconsejar por los líderes islámicos moderados, como el egipcio Hosni Mubarak o el Presidente turco, que desaconsejaron la operación. Lo mismo hizo S.S. Juan Pablo II cuando advirtió: "Las guerras se sabe como empiezan pero no como terminan". No dice el autor las veces que el Pontífice solicitó, sin éxito, a los países desarrollados que condonasen la deuda externa de los países en vías de desarrollo y como ahora son los primeros los que necesitan miles de millones de dólares, o de euros, para tapar los huecos que en sus economías han dejado la codicia, el egoísmo y la irresponsabilidad. No dice que, si dos países aliados del los Estados Unidos en Asia: Israel y Paquistán, cuentan con la bomba atómica, no nos debe sorprender que Irán y Corea del Norte quieran ingresar en el club nuclear, aunque lo lamentemos. Se ignora que, si en los países islámicos más atrasados se da la ablación del clítoris de las mujeres, en Occidente se realizan abortos, y que, frente al fanatismo islamista, se da en Occidente el fanatismo laicista, que socava la cohesión social. No dice el autor que, si la coca, el hachís o el opio sirven para financiar a grupos terroristas, es porque en Occidente esas drogas se demandan y consumen. Tampoco cita el perjuicio que causa a los agricultores y consumidores de todo el mundo la oscilación en el precio de las materias primas y de los alimentos básicos; porque las materias primas se extraen en los países en vías de desarrollo pero su precio lo fijan los países desarrollados. Por lo tanto el libro es unilateral, algo pesado y no propone soluciones. Es demasiado fácil enfocar las relaciones internacionales como una historia de buenos y malos, pero no es realista. No sirve invadir un país alegando que "tiene armas de destrucción masiva" y una vez invadido, causados miles de muertos y desestabilizada la región decir: "Me equivoqué. No las había". Hay que exigir algún tipo de responsabilidad a esos dirigentes y a esos países. Desaparecido el bloque soviético, otros líderes y movimientos han recogido el testigo: Chávez y el indigenismo en América del Sur o Bin Laden y la teocracia iraní en el mundo islámico, pero los más perjudicados, como ocurrió en su día con el comunismo, son sus propios pueblos, subyugados y empobrecidos por una ideología. Quizá lo más interesante del libro sea la tesis del Presidente venezolano, que recoge el autor, sobre el petróleo y el gas como armas estratégicas, y el intento de Chávez de crear una red política clientelar en América del Sur y el Caribe a costa del petróleo de los venezolanos.