Durante el reinado de Felipe II, dos mujeres —Ana de Mendoza, princesa de Éboli, y santa Teresa de Jesús— sostienen una batalla sin cuartel y se abren paso, cada una a su manera, en un mundo que pretende aplastarlas. La primera, en busca del triunfo mundano, trata de alcanzar la supremacía entre los grandes de España; la segunda, en busca de la unión plena con Dios, planta cara al fariseísmo religioso y burla las asechanzas del poder político.
Deseosas ambas de hacer realidad sus anhelos interiores, acabarán enfrentándose cuando Ana de Mendoza requiera a Teresa de Jesús para que funde bajo su patrocinio un convento en Pastrana. A regañadientes, Teresa accederá a los deseos de la princesa, pero no tardarán en saltar chispas… En El castillo de diamante, Juan Manuel de Prada narra con gran brío y donaire este enfrentamiento, a la vez que se adentra en el alma de dos mujeres singulares e irreductibles y nos ofrece una visión sorprendente y original de una época en la que las expresiones más variadas de la fe religiosa libraban cortejo y combate con el poder político. Y todo ello con un estilo que bebe en las fuentes de la espiritualidad teresiana, la novela picaresca, el esperpento valleinclanesco y el humor cervantino. La aventura de la santidad y la disputa por el poder presentadas como una novela de caballerías a lo divino, en una obra que se inscribe en la mejor tradición de la literatura española.
Comentarios
Se refiere al castillo
Se refiere al castillo interior en el que Teresa de Jesús es introducida por su Majestad, Nuestro Señor Jesucristo. Publicada durante el 5º Centenario de Santa Teresa esta obra presenta con dramatismo la tensión entre la Princesa de Éboli y Teresa de Jesús, muy a pesar de ella. La poderosa mujer de mundo utiliza a la santa para reafirmar su carácter dominante y movida por la curiosidad de analizar la fe de Teresa que admira pero que no acaba de creer, porque le está a otro nivel, y en el fondo por la envidia. Teresa vive con rectitud buscando sinceramente hacer la Voluntad de Dios, la santidad, y la reforma del Carmelo, con la tensión de fundar y de atender a los requerimientos de los poderosos.
Como es sabido, De Prada escribe muy bien con un lenguaje pulido y algo alambicado. Mantiene la fuerza dramática mediante un enfrentamiento personal entre ambas, algo teatral y con riesgo de maniqueísmo sobre la persona de Ana de Mendoza y de Antonio Pérez, su marioneta a pesar de ser el valido de Felipe II. En cambio el autor sí conecta con la fe, piedad y santidad de la Santa de Ávila. No me gusta su inquina contra los eclesiásticos pues aparecen como hipócritas y mundanos, como si todos fueran de ese modo, cosa falsa aun en aquella época. En este sentido la novela, que de esto se trata, puede reafirmar a quienes tienen una visión tan negativa y falta de amor a la Madre Iglesia. Otra cosa que no entiendo es la moda de no poner un índice y nombre a los capítulos, cosa que desconcierta al lector e impide una búsqueda.