El Cid (McCaughrean)

Versión en prosa actual del Cantar del Mio Cid, poema épico de los siglos XII o XIII, acerca de la figura histórica de Rodrígo Díaz de Vivar, el Cid Campeador.

El Cid vivió en Castilla, en el siglo XI y sirvió al rey de Castilla, Sancho II, y a la muerte de éste a su hermano Alfonso VI, rey de León y Castilla. Esta versión del Cantar del Cid va dirigida a un público escolar, y se acompaña de una Introducción histórica sobre la figura de Rodrigo Díaz de Vivar y su tiempo, así como de un estudio literario sobre el Cantar y otras obras posteriores acerca de esta figura histórica.

Los autores han conservado aquellos vocablos medievales que no tienen traducción, pero ofrecen su significado en un Apendice (págs.195-199). Hay otro Apéndice con notas históricas (págs.200-208), y una relación de los personajes que aparecen en la obra; distinguiendo aquellos cuya existencia está acreditada mediante documentos de la época y aquellos que, por el contrario, parecen ser únicamente una creación literaria (págs.209-211). El último Apéndice contiene ejercicios de comprensión de la lectura (págs.215-231).

Las ilustraciones y la edición son excelentes.

Ediciones

Edición Editorial Páginas ISBN Observaciones
2006 Vicens Vives
231
84-316-6383--9

Versión clásica adaptada. Original del año 2000.

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Los "Clásicos Adaptados" resultan útiles. Muchos tenemos en nuestra biblioteca obras clásicas, ya sean el Cantar del Mio Cid, el Quijote o la Iliada y la Odisea, que nunca hemos leído. No es que sean poco interesantes -al contrario-, pero sea por que estén en verso o por el lenguaje arcaico no resulta fácil su lectura. Los "Clásicos Adaptados" ofrecen al lector un relato en prosa, en lenguaje actual, adaptado a la mentalidad de un estudiante de bachillerato, y no sólo a la de este sino a la de cualquiera que desee un conocimiento fácil de la obra literaria.

También es cierto que en el caso de "El Cid" y como compensación de lo anterior, la versión adaptada pierde dramatismo y el atractivo de la construcción poética.

De la figura del Cid hay que subrayar su fortaleza, que en el Cantar se hace contrastar con la cobardía de los infantes de Carrión; su rectitud, que entra en colisión con el espíritu calculador del Rey y de su consejero, el conde García Ordóñez; su sencillez, que le lleva a ignorar las ofensas que le son inferidas -ofende más la espada que la lengua-, y la camaradería y llaneza con sus soldados y aliados, sean estos cristianos o musulmanes.

La figura del Campeador no se puede trasponer a nuestros días. Hoy la guerra no es -como entonces- una actividad heróica que permite ganarse la vida, sino un mal que esconde oscuros intereses. Todavía hoy, para algunos musulmanes la yihad o guerra santa es una forma de martirio religioso, pero esto corresponde a una mentalidad medieval. La civilización occidental no puede justificar una postura belicista. No somos los cruzados de hace siglos; aquellos ya murieron.

Hoy tampoco procede considerar a la población islámica como hombres sin Dios, como se afirma en el texto, ni considerar una guerra de religiones. Hay que admitir la diversidad, siempre dentro de un respeto por la ley y los derechos humanos.