Conjunto de ensayos sobre temas de teoría social y filosofía de la cultura de gran actualidad El autor defiende que, haciendo un uso inteligente y decidido de nuestra libertad, podemos mejorar la calidad ética y cívica de nuestra sociedad.
NO SE ASUSTE POR estos días, la discusión en torno a lo que encierran las palabras conservador y liberal está de moda y al parecer no terminamos de llegar a acuerdo. Por lo tanto, si hasta hoy usted se ha considerado un conservador, aún tiene posibilidades de escapar al inevitable paralelo que un conocedor de la última publicación de Alejandro Llano podría establecer entre usted y el Malo.
Salgamos rápidamente de posibles malos entendidos. El Diablo es Conservador es el sugerente título con que Alejandro Llano, profesor de la Universidad de Navarra y miembro de la Academia Europea de las Ciencias y las Artes, nos invita a leer una serie de trece ensayos de gran actualidad.
Este inocente librito de 205 páginas encierra una bomba energética para todos aquellos que contemplando el mundo que nos rodea (con sus sistemas complejos y alienantes de información, con sus estructuras de poder económico, con sus intríngulis políticos, con su violencia extrema, etc.), piensan que ya no hay nada que hacer. Sin ir más lejos, el autor califica de conservadurismo a aquella actitud estática que no nos permite siquiera pensar en la posibilidad de un cambio. Y dice, citando a Claudio Magris: El diablo es conservador porque no cree en el futuro ni en la esperanza, porque no consigue ni siquiera imaginar que el viejo Adán pueda transformarse, que la humanidad pueda regenerarse. Este obtuso y cínico conservadurismo es la causa de tantos males, porque induce a aceptarlos como si fueran inevitables y, en consecuencia, a permitirlos.
El hilo conductor que une los diversos temas que Llano plantea en los campos de la educación, de la política, de la familia, de la ética y de las organizaciones, consiste en una visión del hombre como protagonista de su propia historia. Como un ser que, dotado de una dignidad especialísima, es capaz de redescubrir hoy que su inteligencia y su libertad le permiten trascender a los supuestos condicionamientos económicos y políticos a los que se ha creído sometido desde hace tiempo.
Por favor, que no se piense que estamos frente a un piense positivo. El mismo autor deja entrever un panorama de la humanidad nada agradable, cuando expone sintética pero enjundiosa-mente las encrucijadas culturales al filo del milenio (en el tercer ensayo). Lejos de proponer un optimismo huero, apela a la esperanza para no dejarse estrangular por la fatalidad de los hechos. Será un nuevo modo de pensar (segundo ensayo), lo que permitirá romper el sortilegio adormecedor del conservadurismo que entraña el mismo Lucifer, redomado adicto a los hechos, renuente y cazurro hasta la médula de su alto ser caído.
Como no es esta la ocasión para resumir el contenido de un libro irresumible, me remito a exponer una clave para incentivar su lectura (lo cual me parece de rigor). Se trata de hacer caso al autor, llevando a cabo el experimento conceptual que expone en la página 39: ¿qué sucede si tomamos los grandes logros positivos de la modernidad -las ciencias naturales, las nuevas tecnologías, la democracia política, los derechos humanos- y los desprendemos del paradigma de la certeza, para ver si puede albergarlos el paradigma de la verdad? Suceden muchas cosas y, por cierto, muy interesantes. Por de pronto, el ‘proyecto moderno’ pierde su carácter unívoco y monológico. Se abre un pluralismo real de inspiraciones, tradiciones históricas, actitudes, posibles orientaciones e inesperadas analogías.
En pocas palabras y en un estilo tan sugerente como el título, Alejandro Llano expone temas que no pueden dejar a nadie indiferente y que invitan a una relectura constante. Pues cada uno de los ensayos que encontramos en este volumen, es una profunda síntesis histórica, filosófica y cultural, que nos invita a una reflexión seria pero esperanzada sobre la sociedad actual. Léalo; vale la pena y le hará bien.
Valeria Cifuentes Ramírez
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NO SE ASUSTE POR estos días, la discusión en torno a lo que encierran las palabras conservador y liberal está de moda y al parecer no terminamos de llegar a acuerdo. Por lo tanto, si hasta hoy usted se ha considerado un conservador, aún tiene posibilidades de escapar al inevitable paralelo que un conocedor de la última publicación de Alejandro Llano podría establecer entre usted y el Malo.
Salgamos rápidamente de posibles malos entendidos. El Diablo es Conservador es el sugerente título con que Alejandro Llano, profesor de la Universidad de Navarra y miembro de la Academia Europea de las Ciencias y las Artes, nos invita a leer una serie de trece ensayos de gran actualidad.
Este inocente librito de 205 páginas encierra una bomba energética para todos aquellos que contemplando el mundo que nos rodea (con sus sistemas complejos y alienantes de información, con sus estructuras de poder económico, con sus intríngulis políticos, con su violencia extrema, etc.), piensan que ya no hay nada que hacer. Sin ir más lejos, el autor califica de conservadurismo a aquella actitud estática que no nos permite siquiera pensar en la posibilidad de un cambio. Y dice, citando a Claudio Magris: El diablo es conservador porque no cree en el futuro ni en la esperanza, porque no consigue ni siquiera imaginar que el viejo Adán pueda transformarse, que la humanidad pueda regenerarse. Este obtuso y cínico conservadurismo es la causa de tantos males, porque induce a aceptarlos como si fueran inevitables y, en consecuencia, a permitirlos.
El hilo conductor que une los diversos temas que Llano plantea en los campos de la educación, de la política, de la familia, de la ética y de las organizaciones, consiste en una visión del hombre como protagonista de su propia historia. Como un ser que, dotado de una dignidad especialísima, es capaz de redescubrir hoy que su inteligencia y su libertad le permiten trascender a los supuestos condicionamientos económicos y políticos a los que se ha creído sometido desde hace tiempo.
Por favor, que no se piense que estamos frente a un piense positivo. El mismo autor deja entrever un panorama de la humanidad nada agradable, cuando expone sintética pero enjundiosa-mente las encrucijadas culturales al filo del milenio (en el tercer ensayo). Lejos de proponer un optimismo huero, apela a la esperanza para no dejarse estrangular por la fatalidad de los hechos. Será un nuevo modo de pensar (segundo ensayo), lo que permitirá romper el sortilegio adormecedor del conservadurismo que entraña el mismo Lucifer, redomado adicto a los hechos, renuente y cazurro hasta la médula de su alto ser caído.
Como no es esta la ocasión para resumir el contenido de un libro irresumible, me remito a exponer una clave para incentivar su lectura (lo cual me parece de rigor). Se trata de hacer caso al autor, llevando a cabo el experimento conceptual que expone en la página 39: ¿qué sucede si tomamos los grandes logros positivos de la modernidad -las ciencias naturales, las nuevas tecnologías, la democracia política, los derechos humanos- y los desprendemos del paradigma de la certeza, para ver si puede albergarlos el paradigma de la verdad? Suceden muchas cosas y, por cierto, muy interesantes. Por de pronto, el ‘proyecto moderno’ pierde su carácter unívoco y monológico. Se abre un pluralismo real de inspiraciones, tradiciones históricas, actitudes, posibles orientaciones e inesperadas analogías.
En pocas palabras y en un estilo tan sugerente como el título, Alejandro Llano expone temas que no pueden dejar a nadie indiferente y que invitan a una relectura constante. Pues cada uno de los ensayos que encontramos en este volumen, es una profunda síntesis histórica, filosófica y cultural, que nos invita a una reflexión seria pero esperanzada sobre la sociedad actual. Léalo; vale la pena y le hará bien.
Valeria Cifuentes Ramírez