Cuando Mark Twain publicó Las aventuras de Tom Sawyer, William Dean Howells, entonces gran gurú del mundo literario norteamericano, le escribió felicitándole por "esa gran novela". Twain le respondió que para lo que realmente le había servido era para esbozar la novela Las aventuras de Huckleberry Finn. Con Huck Finn la literatura norteamericana, como expuso Hemingway, alcanzó una madurez que llevaba buscando desde comienzos de siglo. También encontró Twain el pulso narrativo que caracterizaría obras posteriores, como El forastero misterioso. Se trata de una obra póstuma en la que Twain utiliza recursos similares a los de obras anteriores. Como hiciera en Un yanqui en la corte del rey Arturo, traslada la acción a Europa, sitúa al protagonista fuera de su contexto y retrotrae la acción a tiempos pretéritos. Todo ello aderezado con la ironía más elegante.
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Novela póstuma publicada en 1916 por el albacea literario del autor, Albert B. Paine, El forastero misterioso se sitúa especialmente en la vena satírica, y por lo tanto moral, de la obra de Mark Twain. De forma parecida a como sucede en su relato 'El hombre que corrompió a Hadleyburg', la llegada de un extraño personaje a un pueblecito austriaco servirá para que se revele el verdadero carácter de la naturaleza humana y dejará tras de sí una desasosegante sensación de irrealidad.