El invitado del Papa

Albino Luciani fue elegido papa el 26 de agosto de 1978 y tomó el nombre de Juan PabloI. Fue consagrado el 3 de septiembre y murió el 28 de ese mismo mes. El día 6 concedió una audiencia al arzobispo Nikodim, metropolitano de Leningrado. Fue una entrevista que se mantuvo en privado y en la que, al parecer, se habló en francés, única lengua común a ambos interlocutores.
El arzobispo murió repentinamente en brazos del papa, que le dio la absolución. Tras el suceso, Juan PabloI declaró: "Jamás escuché palabras tan hermosas sobre la Iglesia. No puedo repetirlas porque constituyen un secreto".
La relación entre los dos fallecidos parece haber escapado extrañamente tanto a los periodistas como a los historiadores, lo cual no les ha impedido emitir una serie de hipótesis sobre la muerte del papa. En algunas de ellas se formulaban acusaciones injustificadas; en otras se escamoteaban hechos turbadores.
El cometido del novelista es diferente, pues consiste más en imaginar lo probable que en descubrir lo desconocido"
Vladimir Volkoff.
Prólogo de la obra.

Ediciones

Edición Editorial Páginas ISBN Observaciones
2005 Ciudadela Libros
408

Comentarios

Imagen de Azafrán

Novela con matiz policíaco, basada en el hecho real de la muerte del Arzobispo de Leningrado durante la audiencia con Juan Pablo I, el 6 de septiembre de 1978. El suceso quedó desdibujado por la súbita muerte del propio Papa 22 días después.
Vladimir Volkoff construye con la imaginación lo que la Historia, hasta el momento, no permite conocer.
La política en Rusia, dirigida por los líderes comunistas y vigilada por los espías de la KGB, no se limita al país. Sus tentáculos de información o “desinformación oficial” alcanzan a los países del telón de acero directamente y, a través de los Partidos Comunistas, al resto de naciones democráticas de la Europa occidental.
La lucha por el poder en los países democráticos se da en las urnas. Pero también existen asociaciones más o menos clandestinas que pretenden infiltrar a sus miembros en instituciones influyentes en la opinión pública y en las estructuras donde se toman las decisiones económicas más relevantes. Estos grupos de presión con intenciones torcidas y que sólo buscan el propio medrar progresan en la sombra. Tal es caso de la Mafia siciliana o de la Camorra Napolitana. El patronímico hace referencia al lugar donde surgen; no a su condición de universal pues no encuentran fronteras capaces de detenerlas. En el libro que nos ocupa, uno de esos grupos secretos se denomina Alveolo 1, y, también en la ficción, ha querido Volkoff que su líder controle la prensa de Italia e incluso haya conseguido infiltrar a uno de sus miembros en el Vaticano, como secretario del Papa.
En contraste con esta corrupción a escala internacional surge el protagonista de la novela El invitado del Papa. Bautizado civilmente como Traktor por un padre ateo convencido, creció en la Rusia surgida de la revolución bolchevique sin saber que sus abuelas por separado le habían bautizado dos veces clandestinamente imponiéndole los nombres cristianos de Climent e Ilarión sin que él lo supiese. Traktor se alistó en el ejército y combatió en la Segunda Guerra Mundial. Su fuerza física, pareja de una personalidad de líder, le llevó a triunfar en una carrera meteórica. Se le confió el mando de una tropa durante la expulsión de los nazis del territorio ruso. Y es en esas circunstancias cuando asiste a atropellos de la dignidad humana que le hacen reflexionar sobre la condición del ser humano alejado de la religión por imperativo del partido bolquevique. Mientras una Europa de tradición cristiana se aleja de Dios en busca del hedonismo, Traktor, o Climent Ilión, realiza el camino contrario porque descubre que el hombre alejado de Dios se deshumaniza.
Tras la guerra, el protagonista de la novela, alcanza la cima de la KGB, además de la del Ejército ruso. En su camino de conversión descubre su vocación al sacerdocio y es ordenado arzobispo. Desde la cúspide sirve a la oprimida Iglesia Ortodoxa Rusa con un corazón limpio y la intención recta de ayudar a su expansión en la sociedad atea que la revolución bolchevique impuso.
Movido por esas intenciones visitó Fátima y rezó a la Virgen por la conversión de Rusia. Los mensajes de Fátima eran claros: Rusia se convertiría si sus líderes espirituales así lo pedía. Ese era su cometido: visitar a Juan Pablo I y junto con él rezar por la conversión de Rusia.
No es de extrañar que su actitud despertase el odio más encarnizado entre los miembros del KGB, desconfianza entre los ortodoxos compatriotas, entre los católicos, etc.
La novela recoge las peleas fraternas entre ortodoxos y católicos. Sin pretender ser un manual de historia cita algunos de esos conflictos sangrientos entre los grupos religiosos que comparten todo el bagaje doctrinal y de tradición y que sólo se separan a la hora de considerar o no la autoridad del Papa de Roma como infalible. El autor es ortodoxo y cuenta todos esos hechos históricos desde esa perspectiva.
Las implicaciones de los grupos clandestinos en el asesinato del arzobispo de Leningrado aportan la intriga a la novela.
Muy interesante