El islam explicado a nuestros hijos

Como marroquí afincado en Francia desde 1971, al escritor Tahar ben Jelloun no le resulta difícil entender lo que es la separación entre religión y vida civil, y a partir de ello criticar las tendencias radicales del Islam. Como musulmán que vive en un medio católico entiende los que supone la adaptación de las costumbres religiosas a los tiempos. Comprende que, sin tocar la esencia religiosa, las costumbres imperantes en Arabia en el siglo VII de nuestra era no se pueden aplicar en nuestros días más que analógicamente. El Islam es un religión sencilla basada en los cinco “pilares”: Profesión de fe, oración, ayuno, limosna y peregrinación a la Meca; sin embargo tiene adherencias culturales y políticas que en algunos casos ni siquiera provienen del Profeta, no se viven por igual en todos los países islámicos y algunas de ellas resultan incompatibles con una cultura democrática, especialmente el papel social de la mujer. Tahar hace las alabanzas del esplendor cultural del Califato de Bagdad, cuando se fundaron cientos de “Casas de la Sabiduría” para fomentar el estudio. Cita dos frases del Profeta: “Desde la cuna hasta la tumba, ve en busca del saber, pues quien aspira al saber adora a Dios”. Y también: “El estudio de la ciencia tiene el valor del ayuno, y la enseñanza de la ciencia, el de una oración”. Contrapone esta actitud con el actual aprendizaje memorístico del Corán en árabe clásico. A caballo entre los siglos X y XI vivió en Córdoba un sabio filósofo llamado Averroes; profesaba el racionalismo y sus escritos fueron conocidos en toda Europa y especialmente en la Universidad de París. Averroes denuncia los excesos y divisiones en que estaba incurriendo el Islam. En la misma línea Tahar ben Jelloun afirma que han sido la política y las luchas intestinas las que han llevado al Islam a su decadencia intelectual y religiosa. El autor señala como el islamismo –al igual que el judaísmo- no cuenta con una jerarquía religiosa como pueden ser el Papa y los Obispos en la Iglesia católica. El Islam tiene eruditos, maestros y líderes sociales. En esas circunstancias resulta difícil unificar la doctrina, definir sus márgenes culturales y políticos, y ayudar a una religión a evolucionar con los tiempos. Jelloun deja claro que existen múltiples corrientes en el Islam y que algunos radicales que se llaman a sí mismo islámicos no lo son, sino políticos que se sirven del Islam para sus sueños de reconquista y fanatismo. Al no existir una autoridad que los desautorice la política acaba imponiéndose a la religión. Para este autor la alternativa no es Islam o modernidad, sino pensamiento religioso o ignorancia fanática.