«No es para que nos contesten a una pregunta por lo que nos hemos puesto en camino, sino para que, en el silencio del lugar de los antiguos oráculos, cada uno descubra cuál es su pregunta». Con este designio, siete singulares peregrinos emprenden un iniciático «viaje al país sonoro», una búsqueda espiritual que, bajo distintas formas en diferentes culturas, ha constituido siempre el símbolo supremo de la vida humana. En El juego de las preguntas, Handke propone que nos abramos al mundo por medio de una pregunta esencial, donde se incluyan todas las respuestas. Es el modo de indagación personal que caracteriza toda su obra: averiguar cómo se relaciona el hombre, a partir de sí mismo, con todo su entorno. Cada mirada congela el mundo, lo fragmenta, lo analiza, lo devuelve en palabras (trocadas en eficaces herramientas). Una escritora cuya originalidad llega a las raíces del idioma. No hay libro nuevo de Handke que no constituya un acontecimiento.
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Obra de teatro con los
Obra de teatro con los siguientes personajes: Uno que mira desde el muro, Un aguafiestas, Un actor joven, Una actriz joven, Un viejo, Una vieja, Parsifal, Un indígena en distintas personalidades. Los actores formulan sus reflexiones y se preguntan muy variadas cuestiones que de algún modo apuntan al sentido de sus vidas, de la sociedad, de las relaciones humanas, de la naturaleza... En general, el tono de la obra es magmático, sin un sentido claro de qué se pretende preguntar y responder, como si no hubiera respuestas porque no se encuentra la pregunta adecuada para salir de un laberinto vital, del que tampoco se desea mucho salir. En cierto modo, refleja un mundo sin demasiado sentido, cansino. Hay algunas reflexiones de interés, también religiosas, con alguna cita de la Sagrada Escritura, pero no se sabe muy bien qué desea el autor con esta obra, o al menos, este lector no lo ha encontrado.