Es un ensayo sobre la pintura flamenca del Renacimiento hablando de la grandeza y decadencia del retrato en la antigüedad. El primer retrato aparece ya en el arte egipcio cuando Akenatón decoró su palacio con escenas cotidianas. En Grecia y Roma, la imagen evolucionó tomando la vía conmemorativa (recuerda a los ausentes y es fiel), y también la glorificadora (celebra a su modelo y lo idealiza) con la finalidad de prolongar la existencia del retratado. Otras funciones, la amorosa y la contemplativa, suplantaron a las anteriores, y en el primer arte cristiano las pinturas se convirtieron en "las lecturas" de los analfabetos.
Tras un largo periodo en el que el retrato permaneció eclipsado, el autor perfila los cambios en el pensamiento y en la forma de vivir que propiciaron la revalorización de las personas y de cada objeto particular. Señala cómo el germen de los avances conseguidos dos siglos después se encuentra en el realismo de los detalles y los paisajes reproducidos, como se ve en la iluminación de manuscritos. Esta es ya una forma de individualidad.
Edición | Editorial | Páginas | ISBN | Observaciones |
---|---|---|---|---|
2007 | Galaxia Gutenberg |
237 |
9788481096330 |
Título Original: Éloge de lindividu |