Mucha gente que ha visto las películas de El Señor de los Anillos o ha leído esta obra magna de J.R.R. Tolkien no se fija en los aspectos espirituales y religiosos de la obra. Cuando dan el salto a leer El Silmarillion muchos lectores quedan desconcertados ante una compleja mitología de la Tierra Media, con un Dios Único y Creador (Eru Ilúvatar, en los idiomas élficos) y una serie de entidades celestiales intermedias de naturaleza angélica, los Valar. Otro desconcierto llega cuando el lector se sumerge en las Cartas de J.R.R.Tolkien, en las que reflexiona en profundidad sobre la relación de su obra con su fe católica, que no es tangencial sino esencial, básica.
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En una de sus cartas, citadísima y fuente de perplejidad para muchos, Tolkien declara: “El Señor de los Anillos es una obra fundamentalmente religiosa y católica; de manera inconsciente al principio, pero luego cobré conciencia de ello en la revisión. [...] El elemento religioso queda absorbido en la historia y el simbolismo”.
A desgranar esta historia y este simbolismo y a relacionarlo con la enorme cosmovisión creadora de Tolkien, que durante 60 años escribió sobre la Tierra Media y desarrolló toda una teoría literaria, es a lo que se dedica este libro de Isabel Romero Tabares, profesora de Literatura en la Universidad Pontificia de Comillas y estudiosa de literatura medieval y relatos heroicos.
La tarea no es fácil. ¿Qué significa hablar de que “el elemento religioso queda absorbido en la historia”? Cuando la historia son miles de páginas que abarcan más de 7.000 años de historia con sus guerras, héroes, tragedias, leyendas, cantos, sociedades y lenguas, imperios y reinos que se alzan y se hunden, quien intenta resumirlo en pocas páginas se encuentra en dificultades.
Es como intentar explicar el cristianismo y verse obligado a hablar de Abraham, Isaac, Jacob, José, Moisés, David, Salomón, los dos reinos, el exilio, los profetas, el retorno, los Macabeos... y al final, agotado el lector, decirle: “Dios estaba detrás de todo esto, y todo conducía a Cristo”. Isabel Romero tiene que dedicar obligatoriamente 30 páginas (¡y tiene su mérito hacerlo en sólo 30!) a hablar de razas, historia y la mitología de El Silmarillion, un recorrido que aburre a los que ya se lo saben y puede resultar pesado para los que no les interesen estas historias. Pero hay que hacerlo.
Un lector que no se atreva a leer esta parte, que quiera centrarse sólo en El Señor de los Anillos y su trasfondo espiritual, puede hacerlo saltando de la primera parte del libro (“El hacedor de mitos”, diez páginas sin desperdicio sobre la dimensión espiritual del mito y el cuento según Tolkien) a la tercera parte, la que analiza los temas de El Señor de los Anillos: la tentación (de ser poderoso, sabio, guerrero, de congelar el tiempo...), la oposición entre el bien y el mal, y el tema –central para Tolkien- de la muerte y la inmortalidad.
La autora analiza la dimensión espiritual de los personajes a través de cuatro héroes: Frodo, débil y humilde que dice sí a su llamado, y que vence sólo por gracia de lo Alto, no por fuerza o poder; Aragorn, un rey que no lo parece, que espera su día y que es esperado y profetizado; Faramir, un sabio, un capitán que detesta la guerra; Gandalf, duro y tosco, pero vigoroso en compasión, clave de la sabiduría del humilde.
Y siguiendo la indicación de Tolkien de buscar el elemento religioso en el simbolismo, (nunca en la alegoría, que Tolkien detestaba), la autora pasa revista a varios símbolos: las águilas, las estrellas, los árboles, la ciudad y el rey, la torre blanca, la catástrofe final... En muchos de ellos se encuentran raíces ocultas y ecos de la Biblia e incluso de la liturgia.
Es de agradecer que realmente la autora conozca la obra de Tolkien, la disfruta y se siente cómoda en ella. Más allá de las Cartas, El Silmarillion y la biografía clásica de H. Carpenter, Isabel Romero ha trabajado textos de la serie de la Historia de la Tierra Media, como El Anillo de Morgoth. Usa estudios de referencia antiguos, como los de Santoyo y Santamaría, Odero y los comentarios de Fernando Savater. Pero también echa mano con naturalidad de los libros de Shippey, uno de los mejores estudiosos de Tolkien -el que mejor explica cómo Tolkien amaba los antiguos mitos paganos y los transformaba- y trabajos más modernos como las selecciones de artículos de Segura y Peris en LibrosLibres, comentarios de Pearce, etc...
El estilo es directo y asequible, no quiere impresionar a teólogos ni a estudiosos de literatura sino dirigirse a la gente que ha leído lo principal de Tolkien o ha visto las películas. La autora pretende explicar los elementos espirituales de la obra de Tolkien y lo hace enumerándolos y explicando el cuadro en que se enmarcan. Son 170 páginas bien aprovechadas, ágiles y sin paja. Quien haya leído las Cartas y a Shippey, Carpenter y Pearce no verá cosas nuevas. Quien no lo haya hecho encontrará lo principal bien explicado.
En los últimos años, los aspectos espirituales de la obra de Tolkien han sido desarrollados, siquiera de pasada, por estos autores. Quedan pocas cosas que aún no se hayan tratado en español. Apuntamos algunas líneas de investigación que alguien debería abordar: la espiritualidad de la obra de Tolkien vista desde la tradición de la Iglesia Oriental, tratar a fondo los temas de angelología, demonología y aspectos sobrenaturales en la obra de Tolkien en contraste con la tradición teológica de la Iglesia (y la literaria de Occidente) y los temas de dones o carismas (naturales y sobrenaturales) en la tradición eclesial y en la Tierra Media. Los temas principales (Dios y el hombre, la gracia, la libertad, el bien y el mal) ya están trabajados y los recoge bien el libro de Isabel Romero.