Fuego y agua

Sohrab Ahmari era un adolescente que vivía bajo los ayatolás iraníes, hasta que un día deja de creer en Dios. Dos décadas más tarde, tras una juventud malgastada a ambos lados del Atlántico buscando frenéticamente dar un sentido a su vida, será recibido en la Iglesia Católica.
En "Fuego y agua" relata su itinerario intelectual y su camino de conversión, desde el marxismo y el ateísmo más extremo hasta el despertar espiritual.

Ediciones

Edición Editorial Páginas ISBN Observaciones
2019 Ediciones Rialp
238
978-84-321-5164

Subtítulo: Mi viaje hasta la fe católica.

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Relato autobiográfico en el que el autor narra su conversión a la fe católica. Sohrab Ahmari, iraní de religión islámica, da testimonio en este libro de su “viaje interior” hacia el Catolicismo, destacando algunos momentos de su despertar y los elementos básicos de su vida intelectual y espiritual. Así afirma en el prólogo: “El Catolicismo es el destino al que llegué tras un largo y tortuoso camino espiritual. El camino atravesaba mi pasado musulmán y mi cultura iraní, por supuesto, y estos a su vez influyeron en su desarrollo” (p. 16). Para ello, intenta captar la turbulencia, la aleatoriedad y el misterio esencial del proceso, porque la conversión es una cuestión de la conciencia individual.

Hijo único de una familia iraní acomodada, su abuelo fue funcionario de la Compañía Petrolera Nacional y su abuela ejerció como profesora de árabe en un colegio femenino de élite: ambos eran creyentes y representaban el estamento tradicional, aún más con la llegada de Jomeini al poder en 1979. Sin embargo, sus padres (laicistas y liberales) se casaron en 1982 para divorciarse en 1991, cuando Ahmari tenía solamente seis años. Desde niño, vivió una religiosidad islámica superficial, hasta que en 1998 se trasladó a Estados Unidos, al estado de Utah, con su madre y su vida cambió radicalmente en todos los aspectos.

Durante dos décadas de ateísmo (sus años malgastados), se acercó a diferentes tendencias, movimientos y formas de pensamiento, pasando por trágicos episodios de alcohol, drogas y sexo: subyugado por Nietzsche, unido a la Alianza Obrera Marxista, militante de Maestros para América. Todos estos desmanes le llevan poco a poco a una sola certeza: “Lo importante era que tenía hambre de Dios” (p. 161). Muy influido por la obra “Jesús de Nazaret” de Benedicto XVI, se siente llamado a profesar el Cristianismo. Aunque primero se acercó al protestantismo evangélico (y a “sus cultos cursis e irreverentes”), finalmente se convirtió al Catolicismo tras una completa y profunda catequesis: “Así que al final me hice católico porque llegué a la conclusión de que el Catolicismo era el Cristianismo en su plenitud, mientras  que otras confesiones cristianas eran digresiones de esa plenitud” (226).