En Herejes, G. K. Chesterton dibuja una personalísima crítica a las opiniones religiosas de nuestro tiempo. Dirigido al sentido común del hombre común, singular no tanto por la estricta originalidad de sus ideas, sino por su particular punto de vista, este libro de Chesterton nos conduce, con una curiosa mezcla de humor y obstinación audaz, por los caminos de una excepcional contribución a uno de los debates fundamentales del mundo contemporáneo.
En 1877 toda la obra de Stevenson se limitaba a unos pocos artículos, hasta que en un viaje a Francia conoció a Fanny van der Grift, que poco después se convertiría en su esposa. Fue a partir de este encuentro cuando comienza a escribir, entre 1877 y 1880, sus primeros relatos, que envía al London Magazine, al Cornhill Magazine y al Temple Bar, donde aparecen por entregas.
Edición | Editorial | Páginas | ISBN | Observaciones |
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2007 | El Acantilado |
230 |
9788496834071 |
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Herejes es uno de los más importantes libros de Chesterton pues en él se apuntan muchas ideas que luego desarrollará más extensamente o redondeará con nuevos ejemplos en libros posteriores. De hecho, la objeción que se le hizo después de su publicación, de que sus críticas a otros no serían tomadas en serio mientras no declarase cuáles eran sus propias posturas, le llevó a escribir Ortodoxia unos años más tarde. En el capítulo inicial explica que “lo más práctico y lo más importante de un hombre es su visión del universo”. Y, a partir de ahí, se propone analizar el pensamiento de contemporáneos suyos como Ibsen, Kipling, Shaw, Wells, y otros, y mostrar algunas consecuencias de sostener herejías como el negativismo, el relativismo, el progresismo, el puritanismo, el esteticismo, el servilismo, el individualismo...
En Herejes figura uno de los ensayos más citados del autor, como Ciertos modernos escritores y la institución de la familia, pero conviene no perderse Omar y la sagrada viña, un gran análisis de la insuficiencia del «carpe diem», o las críticas feroces a los escritores despreciables en Los novelistas de los barrios pobres y los barrios pobres. En este capítulo hay una de las muchas expresiones felices del autor, tan aplicable a lo que vemos alrededor: “Los antiguos tiranos tenían insolencia suficiente para despojar a los pobres, pero no tenían insolencia suficiente para predicarles”. Al final, Chesterton vuelve a su idea inicial con una imagen inolvidable: “Ni el más distraído de los hombres es capaz de hacer una maleta y excluir la maleta. Todos tenemos una visión general de la existencia, nos guste o no; esa visión modifica, o, para decirlo con más exactitud, crea y envuelve todo lo que decimos y hacemos, nos guste o no”.