Inutilidad

Cuando era todavía un joven escritor huido de la Rusia de la Revolución, y totalmente desconocido, William Gerhardie escribió una carta llena de admiración a Edith Wharton y ella le invitó a su villa en Hyères. Gracias a su educación –era hijo de ricos industriales ingleses instalados en San Petersburgo– el timidísimo Gerhardie logró mimetizarse entre los ilustres invitados de la mansión y no habló con nadie durante casi dos días, hasta que se atrevió a preguntar a su corpulenta vecina de mesa quién era la dueña de la casa y se oyó un aterrador y frío «Soy yo». Sólo un personaje así podía escribir una novela como ésta. Tal vez la única novela cómica ambientada en la Rusia mitad blanca y mitad roja de los años 1920. Todo se derrumba, pero el protagonista, Nikolai Vasilievich, sigue ocupándose de sus minas de oro en Siberia y cultivando el espléndido «ramillete» de sus tres hijas, cada una fascinante a su manera. Eso conlleva recibir en casa un sinfín de amantes, parientes diversos, estafadores, parásitos y meras comparsas que dan pie a una sofisticadísima comedia de equívocos y traiciones. El resultado es un libro, de un magnífico estilista, que parece destilar en cada página «una delicia volátil y un tanto ácida», como muy bien dijo Giorgio Manganelli.

Ediciones

Edición Editorial Páginas ISBN Observaciones
2006 Siruela
209
9788478449644

Traducción de Menchu Gutiérrez

Valoración CDL
3
Valoración Socios
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Comentarios

Imagen de acabrero

En un primer momento pensé que se trataba de una novela del estilo Chejóv. En cuanto fui avanzando me di cuenta de que era una obra bastante original, aunque en verdad un tanto esperpéntica. Se puede adivinar una cierta clave de humor en algunas exageraciones sobre esa estrambótica familia rusa, protagonista de la historia, pero según avanza el relato se siente la auténtica angustia de la inutilidad. La sensación de vacío es casi física. Sobre todo cuando el lector se va percatando de que la intención del autor va mucho más allá de la extraña historia y más allá todavía de Siberia, en donde se sitúa en buena parte. Nos está poniendo ante el sentido de la vida, ante el modo de vivirla, y ahí consigue que uno se sienta interpelado. Desde este punto de vista me parece que la novela está conseguida y sirve. En todo caso creo que no la “aguanta” fácilmente el no lector. Abstenerse, sin duda alguna, el aficionado al bet seller.