La colmena

La colmena, seguramente la obra más valiosa de Camilo José Cela, es un testimonio fiel de la vida cotidiana en las calles, cafés y alcobas de aquel Madrid de 1943, pero es también una amarga crónica existencial. Un aire de rutina y fatalidad ha invadido la conciencia de las gentes. Todos creen que las cosas pasan porque sí y que nada tiene remedio. Entre la abigarrada multitud se oye el solitario zumbido de muchos seres confusos y a la deriva. Como es habitual en su obra, Cela presenta la vida española sin piedad, con agria ironía y humorismo atroz. Sin embargo, de vez en cuando, un soplo compasivo alivia la áspera y dolorida realidad. Eduardo Alonso, que ha preparado esta edición, es novelista y profesor de literatura.

Ediciones

Edición Editorial Páginas ISBN Observaciones
2007 Espasa-Calpe
264
2016 Alianza Editorial
368
978-84-9104-278
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2
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“La colmena” representa y simboliza la metáfora del mundo que pretende reflejar en sus páginas: la ciudad es una colmena y sus gentes constituyen el enjambre. Según afirmaba Cela en el prólogo a la primera edición de su novela, “no es otra cosa que un pálido reflejo, que una humilde sombra de lo cotidiano: áspera, entrañable y dolorosa realidad”. La colmena es la imagen del Madrid de la posguerra, novela de protagonista colectivo en que la crónica de una ciudad se convierte en la crónica de toda la sociedad española. Sin embargo, la tendencia del autor al esperpento, la inclinación por lo escatológico, la relativa objetividad del narrador y la inarticulación de los sectores sociales retratados desfiguran la realidad a lo largo de la novela.

El relato es un claro ejemplo de reducción temporal simultaneística. En palabras del propio novelista, La colmena es la novela de la ciudad, concreta y determinada, Madrid, en una época cierta y no imprecisa, diciembre de 1942…, tres días de la vida de la ciudad que es un poco la suma de todas las vidas que bullen en sus páginas, unas vidas grises, vulgares y cotidianas, sin demasiada grandeza. Esa reducción temporal se complementa con la espacial: la geografía urbana madrileña que se extiende entre la glorieta de Bilbao y los aledaños de la plaza de las Ventas. En un espacio tan concreto, se cruzan y se relacionan los más diversos personajes de las diferentes clases sociales, reunidos en lugares públicos, generalmente cerrados: cafés, bares, lecherías, salones de té. Con ello, Cela retoma la gran tradición literaria del café que, desde la obra de Larra, viene a ser concreción de un universo en el que se insertan tipos representativos de diversas condiciones sociales, portadores de una generalización suficiente como para ser expresión de la mentalidad y hábitos sociales de una época.

Así pues, Cela construye un texto en el que la precisión de todos sus componentes estructurales (tiempo, espacio y personajes) es manifiesta. Una precisión que alcanza tanto a sus doscientos noventa y seis individuos imaginarios, todos ellos interrelacionados entre sí directa o indirectamente (igual que las celdillas de una colmena), como a los componentes espaciotemporales. Ahora bien, la presentación de ese mundo se organiza de forma aparentemente laberíntica, rompiendo la linealidad del discurso, y obligando al lector a recomponer el rompecabezas de esa ordenación cronológica y espacial para obtener la visión correcta y no perder la perspectiva adecuada.

Publicada en 1951, las coordenadas de espacio, tiempo y personaje colectivo ejercen una gran influencia en la narrativa española del momento. Entre la larga lista de descendientes directos, cabe destacar La noria, de Luis Romero, que ostenta el título de primogénito, hasta la Travesía de Madrid, de F.Umbral, ya en 1966. Si Cela significaba en el título de su novela la metáfora de la ciudad, que además describe su técnica compositiva; Romero hace algo parecido en la suya: los treinta y siete capítulos del relato son como los cangilones de una noria, que gira durante un día completo en la Barcelona del cuarenta y tantos, y que se volverá a repetir de forma idéntica cualquier otro día.