Wichi es una niña tailandesa, hija de un maestro de obras y de una antigua modelo que cree que todavía lo es y no desea tener más hijos. La niña comprueba como el matrimonio de sus padres se va deteriorando hasta que él se va de casa y ella muere de sida. Wichi queda a cargo de su abuela, una mujer codiciosa, que la vende para ser utilizada con fines sexuales.
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Luis Olaizola recrea la vida
Luis Olaizola recrea la vida de nuestra pequeña protagonista, Wichi una niña tailandesa inteligente y alegre. Tiene una infancia feliz porque sus padres viven juntos y se aman, pero cuando cumple los doce años las cosas comienzan a torcerse tras el abandono inminente de su padre. Wichi acude a menudo al consejo de un monje budista pero no logra entender cómo a pesar de sus buenas obras tenga tan mal karma. Es entonces cuando su madre muere contagiada por el sida y se queda a cargo de su abuela, la señora Phakamon, una avariciosa anciana cuyos planes pasan por vender a Wichi a un prostíbulo. Pero por fortuna, Siri, la sirvienta católica de la familia que quiere como a una hija a Wichi, desmantela sus terribles proyectos y ambas emprenden una huida que las lleva lejos de su terrible destino.
Para ello tendrán que sortear muchos obstáculos, hasta que finalmente llegan una apartada región donde encontrarán la paz y la felicidad trabajando en un arrozal gracias a la generosidad de la familia Pimok. Será cortejada por un joven estudiante de informática prendado de su hermosura e incluso aprenderá sobre ordenadores. Pero un día la señora Phakamon reaparece…
Esta novela muestra una realidad que ha muchos europeos nos parece casi un cuento, como si el mundo que narra el autor fuera una terrible ficción y creemos cerrar ese mundo en las páginas de un libro cuando dejamos de leer. Esta lectura debería concenciarnos del lamentable e inhumano trato que sufren todas esas niñas y reaccionar en consecuencia.
Pero a pesar de la crudeza del asunto no es una obra triste sino una historia de fortaleza y coraje, de superación y de lucha frente ante las adversativas. Una novela que nos enseña las dos caras del ser humano, encarnando a los personajes en extremos como la crueldad y ambición de quienes solo buscan hacer negocio y la bondad desinteresada de quienes ayudan a la niña a escapar de su trágico destino.
En conclusión, es una novela corta e intensa, que trata el drama de la prostitución infantil en Tailandia a través de los ojos de una niña que tendrá que luchar con todas sus fuerzas si quiere escapar a su cruel destino. Sin duda, merece la pena ser leída.
La historia de Siri, una niña tailandesa que ve desmoronarse su familia primero y asiste a la muerte de su madre al poco tiempo, es la historia de muchas niñas; si bien, ella encuentra a mucha gente buena que la apoya e impide que se vea atrapada en las redes de la prostitución.
Su abuela, la señora Phakamon, también se ha prostituido y no tiene otro interés que el de asegurarse la vejez con la entrega de su nieta al mejor postor. Para ella, encontrar a un amante rico es la solución más adecuada para su nieta, quien además, ha heredado la belleza de su madre.
Siri es el ángel de la guarda de Wichi. Es la criada de la familia, fea pero buena. Se adelanta a los intereses de la abuela y se escapa con la niña para protegerla. Juntas encuentran a la familia del señor Pimok, propietarios de un arrozal en el que trabajan por un año. Siri es una gran trabajadora y además conoce su oficio desde su infancia. Tienen comida y techo y parecen felices. Pero como la dicha no es completa, a Siri se le ocurre enviar un dinero a su pobre familia y así es descubierto el lugar donde se ocultan y Wichi, bajo las indicaciones de su abuela, es entregada al señor Naya, y entre así en el mundo de la prostitución de Bangkok.
En el prostíbulo conoció a otras tres niñas. Una de ellas, Watana, no anhelaba otra cosa que suicidarse. Cuando apareció el primer cliente chino dispuesto a pagar una fuerte suma por una niña aún virgen, fueron a buscar a Wichi pero ella se agarró a los barrotes de la litera con tal fuerza que ni las tres encargadas consiguieron soltarla. Además mordió a una de ella y por eso fue fuertemente golpeada contra la pared, quedó herida gravemente en la cara y sin conocimiento. Debido a este accidente se libró de su prostitución durante unos días, mientras se le recomponía la cara.
Otra de las compañeras, la que se negaba a comer, sufría los caprichos de un cliente, de los más ricos y era tal su asco que con unas tijeras y una caja de cerillas prendió fuego al prostíbulo. Aprovechando el jaleo consiguió escapar y se alejó siguiendo las vías del tren. En una vía muerta encontró un vagón y se refugió allí. Era el sitio donde dormía Amphica, una joven birmana que recogía objetos del basurero. Amphica la llevó a una casa de vietnamitas y pagó por ella para que la ayudasen a recuperarse. Cuando se encontró de nuevo recuperada, los vietnamitas le ayudaron a encontrar un establecimiento desde el que se comunicó con los Pimok, los propietarios del arrozal para preguntar por su amiga Siri. Siri y la señora Pimok se sintieron muy felices por haber tenido noticias de Wichi.
Siri era cristiana, católica, y conocía a un jesuita, el Padre Antonio que llevaba ya unos años trabajando en Tailandia. Y, a su vez, el padre Antonio conocía a un escritor español, José Luis Olaizola que es el autor de lo novela. Con el deseo de ayudar a niñas que como Wichi quieren huir de la prostitución ambos crearon una ONG. Con el dinero de la novela y las cantidades que Olazoila recibe por sus conferencias, ya han conseguido que muchas de esas niñas hayan recibido estudios y formación.
Se impone la reflexión sobre el hecho de que nuestros niños y jóvenes están recibiendo orientación sexual en el sentido de que deben considerar la virginidad como una especie de sarampión, del que hay que pasar cuanto antes. No valoran el hecho de conservar la virginidad como lo hacen en estos países en los que se vende por grandes sumas de dinero; los ricos están dispuestos a pagar por una niña virgen, o por un niño, porque la virginidad es garantía de salud. Mientras que nuestros jóvenes la regalan exponiéndose a contraer enfermedades, algunas de ellas crónicas.
Literariamente, la novela es un relato sencillo que sigue la línea del tiempo sin complicaciones. El lenguaje utilizado tampoco tiene complicación alguna.
Estoy de acuerdo en que el tema del libro es importante a la hora de enjuiciar un libro pero no deben bastar solamente los valores de sus personajes. Olaizola plasma el problema de la prostitución infantil en países asiáticos y del tercer mundo. La historia deja ver claramente los entresijos de una actividad tan deleznable a través de la vida de su protagonista.
En cuanto al libro desde el punto de vista literario me parece muy pobre de vocabulario y de figuras literarias. El autor escribe con el mismo lenguaje que emplearía coloquialmente; además creo que todo el libro es pura moralina; no deja al lector que pueda deducir los valores a través de la narración y de la descripción. Es una pena que este autor, del que se espera algo más si se han leído otros libros suyos, no haya presentado el mismo tema con mayores recursos literarios.
De acuerdo con JOL y enc. Es una lección de generosidad por parte de esa mujer fea, la sirvienta de la casa, Siri, que hace lo que sea por salvar a la niña dela prostitución. Y luego los dueños del arrozal y luego los diversos personajes que aparecen dispuestos a ayudar a la niña. No estoy de acuerdo en que sea novela para 12 ó 13 años; me parece muy fuerte para esas edades. La narración me parece un tanto simple, como si el autor hubiera perdido facultades. He leído otros libros de este autor que me han gustado mucho. Este no me parece suyo. Pero el tema sí es suyo porque está luchando personalmente en estos temas. Sí que tiene visos de historia real y creo que es eso lo que da valor al libro.
Esta novela refiere la vida de Wichi, la niña del arrozal o "dekying thongna" en su idioma tailandés. Una familia que se desestructura, y ella logra esquivar el destino a la prostitución, mientras estrena su juventud y el amor en medio del trabajo sacrificado del arrozal, sin lamentos ni pesimismos, a veces con un matiz de pasividad, propia de quien todavía no conoce al Dios cristiano.
Una novela con esperanza, palabra tan querida por Olaizola, pues cree en Dios y también en los hombres, mostrando la bondad del corazón humano, aun en medio de la esclavitudes: así, la sirvienta-madre Siri; la generosidad de la familia Pimok, la familia vietnamita del Sr. Din Bo y su esposa; el jesuita P. Andrea o la budista Sra Ramani, dedicados a la noble tarea de liberar y educar a las jóvenes destinadas a la prostitución infantil en Tailandia.
Olaizola hace una apuesta por internet pues, como tantos logros humanos puede ser instrumento para hacer mucho bien y dar más aliciente a la vida: un modo amable de presentar los valores positivos de las nuevas tecnologías. Es una obra que se lee con facilidad, que abre los ojos al drama del tráfico de jóvenes en Oriente, y que tiene mucho de biografía de personas reales que trabajan por un mundo mejor, como el P. Andrea o la Sra. Ramani, y la misma Wichi. Y también tiene esta novela algo de autobiografía de quien lleva años dedicando tiempo, esfuerzos y pluma a las niñas del tercer mundo. Novela recomendable para hacer algo más por el prójimo cercano o aparentemente lejano.
Esta hermosa y dura novela es una denuncia de la explotación de niños con fines sexuales en Tailandia. Wichi, a los dieciséis años, ha sufrido grandes desgracias pero también se ha encontrado con gente buena. Siri, la criada de su madre, la toma bajo su protección y ambas trabajan en el arrozal de la familia Pinok. Para el señor Pinok el cultivo del arroz lo es todo y desea constituir una cooperativa con otros agricultores; le maravilla que su pequeña empleada domine la informática y está dispuesto a introducir los ordenadores en su explotación. Cuando Wichi escapa del prostíbulo al que la ha entregado su abuela, una joven birmana, Amphica, la enseña a trabajar en el vertedero de basuras de Bangkok y la confía a una familia de refugiados vietnamitas que se ocupan de ella. Finalmente la ponen en contacto con un religioso español, el padre Antonio, que se ocupa de casos como el suyo. En la realidad –pues esta novela se basa en hechos reales- más de mil jóvenes mujeres dependen de él mientras estudian y trabajan. Sus colaboradoras son de religión budista y sacan el dinero de donde pueden ya que, como dice el padre mientras muestra sus bolsillos vacíos: "Por dinero nunca he dejado de hacer las cosas". Una lección para quienes acusan a la Iglesia católica de acumular riquezas mientras lo que hace es ponerlas a disposición de los que las necesitan. El autor, José Luís Olaizola, es fundador y presidente de la ONG ‘Somos Uno’ contra la prostitución infantil en Tailandia. Desde mi punto de vista es una novela recomendable desde los doce o trece años, a fin de que los niños y jóvenes relativicen los valores que les son inculcados diariamente, como el sexo a edades cada vez más tempranas, y asuman otros como la bondad y la laboriosidad. Se lee muy bien.