Hay libros que han sido elaborados a base de lecturas, más o menos profundas, y nos comunican una serie de contenidos estimables, pero no abren nuevos horizontes, no descubren modos fecundos de contemplar y orientar la vida, no ofrecen claves certeras de interpretación de la existencia. Otros libros están escritos de un trazo, bajo el impulso de una inspiración robusta que es fuente de luz. Por eso su estilo de pensar y expresarse es unitario, como un chorro que asciende de la fuente y se difracta en diversas formas ininterrumpidamente. A este segundo género pertenece la presente obra.
El autor está muy compenetrado con el principio de que en la vida espiritual el conocimiento debe ir unido al amor y al compromiso. A menudo alude a experiencias propias para dar al relato la viveza y frescura que tiene aquello en que uno participa personalmente. Por eso escribe con chispa, sin repetir expresiones desgastadas por el uso rutinario.
Tras la lectura de este jugoso libro, las grandes figuras que esmaltan el relato de la Resurrección quedan grabadas a fuego en nuestra memoria, y el acontecimiento del Domingo de Resurrección, permanecerá para siempre ante nuestros ojos como el gran momento de la conversión definitiva hacia Dios, de la transfiguración de nuestra mirada.
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Magnífica obra teologico
Magnífica obra teologico espiritual sobre la resurrección del Señor.