Virginia vive en el campo con su familia, rodeada de animales y plantas. La convivencia con la perra Laika, la rana Renée, el hurón Hugo o el pájaro Grip es tan natural como con cualquiera de sus hermanos. Los animales parecen ser un miembro más de la familia.Pero ese verano, Virginia descubre algo muy especial: una cabaña en un árbol en la que van apareciendo libros de forma misteriosa. ¿Quién los deja ahí? ¿Por qué?
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Relato juvenil narrado en
Relato juvenil narrado en primera persona por la protagonista, que rememora uno de los veranos más felices de su vida. Aquel verano, en que Virginia cumplía once años, encuentra en el bosque una antigua cabaña construida en lo alto de un viejo algarrobo. Allí, de forma sorprendente y misteriosa, van apareciendo novelas clásicas de aventuras que acrecientan su pasión por la lectura y su posterior vocación literaria.
La novela comienza con una cita de “Orlando” de Virginia Woolf, que dice: “Había estado recluido tanto tiempo, escribiendo y leyendo, que casi había olvidado los encantos de la naturaleza”. Sin embargo, en este relato, la acción se desarrolla al revés porque la trama comienza cuando los personajes, que habitan en una casa en lo alto de la colina, se encuentran inmersos en un espacio idílico, en plena naturaleza entre el bosque y el mar. Sin embargo, poco a poco, entran en el mundo fantástico de la literatura y viven mil aventuras con la lectura de obras clásicas como “El libro de la selva”, El mundo perdido”, “Robinson Crusoe”, “Sandokán”, etc.
Además, el libro propone un hermoso modelo de unidad familiar, en el que el padre y la madre se complementan perfectamente: él, dedicado a las letras, consigue el éxito como escritor; mientras que ella, experta en números, se ocupa de los temas económicos. De la misma forma, ambos mantienen una estrecha relación con sus hijos y cada uno les inculca sus cualidades: “Mi padre nos animaba a escribir, porque creía que contar y escribir historias haría que observásemos mejor los detalles y ordenásemos nuestras ideas… porque los libros nos ayudan a entender el mundo” (pp. 57-58).
No menos interesante es la relación entre la protagonista y sus tres hermanos que, durante ese mágico verano, disfrutan juntos de la lectura en la cabaña del árbol: “Durante la lectura, cada uno se había fijado en detalles distintos, y nuestros recuerdos no coincidían. Lejos de distanciarnos… era como si los libros nos ayudasen a conocernos mejor y nos obligaran a entendernos” (p. 102). Por todo ello, en el año 2015, la obra recibió el XI Premio Anaya a la mejor novela de Literatura Infantil y Juvenil.