Laudate Deum

Exhortación apostólica del papa Francisco, dando la voz de alarma acerca del deterioro del medio ambiente. El título proviene del cántico de los tres jóvenes que, en el horno del fuego, invitaban a todas las criaturas a alabar a Dios (Daniel 3,52-90).

La Exhortación es ética y práctica. Práctica en cuanto denuncia con datos concretos los daños producidos al medio natural que amenazan la vida de los hombres, así como los escasos avances que se han conseguido con las Conferencias mundiales sobre el clima.

En el aspecto ético el Pontífice conjura lo que llama el paradigma tecnocrático, el progreso económico con el mayor beneficio y el menor costo en el plazo más breve posible, sin reparar en los daños causados a las personas y al medio ambiente.

El ideal cristiano, por el contrario, es ver a Dios en la belleza natural y preservarla, viviendo una vida austera, humilde y solidaria: "El hijo del hombre no tiene dónde reclinar su cabeza" (Mt.8,20).

Ediciones

Edición Editorial Páginas ISBN Observaciones
2023 BAC
45
978-84-220-2308-1

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"El mundo que nos acoge se va desmoronando, y (...) perjudicará de modo creciente las vidas y las familias de muchas personas", leemos al inicio de la Exhortación apostólica Laudate Deum (pág.9). El Pontífice menciona las emisiones de dióxido de carbono y la subida de la temperatura media del planeta desde los inicios de la revolución industrial, que han dado lugar a la reducción de las zonas heladas, la desertificación creciente, la sequía, los graves incendios e inundaciones.

Lo primero que podemos preguntarnos es por qué el Pontífice habla de ecología, una ciencia laica y competencia de los poderes públicos. La respuesta está en que la misión profética se dirige a manifestar el querer de Dios a los hombres, también en las cuestiones materiales, y ¿quién puede estar más cualificado para el ejercicio de ese ministerio que el Papa? Sus palabras y exhortaciones deberían preocuparnos, motivarnos más de lo que lo hacen.

Hay frases de Laudate Deum -muchas de ellas tomadas de Laudato si'- que nos penetran. Así leemos que "el inmenso crecimiento tecnológico no estuvo acompañado de un desarrollo del ser humano en responsabilidad, valores y conciencia" (pág.21); al contrario, parece como si en la medida en que avanzan la técnica y la economía la ética fuese retrocediendo. Continúa Francisco afirmando que "no hay cambios duraderos sin cambios culturales, ni cambios culturales sin cambios en las personas" (pág.44).

Estamos acostumbrados a que los poderes públicos nos lo den todo, sin un compromiso personal con los valores; pero al mismo tiempo los gobernantes se esfuerzan por dar gusto a los gobernados en lo que Francisco llama "la decadencia ética del poder" (pág.23); en consecuencia, es a los individuos a los que el Papa invita a modificar sus hábitos personales, familiares y comunitarios para "contaminar menos, reducir los desperdicios y consumir con prudencia" (pág.44).

Consumir con prudencia, ¡cómo entendemos esas palabras los que crecimos en tiempos menos avanzados y en familias más amplias! Todo lo que se hace en la actualidad para reducir el número de miembros de la unidad familiar atenta contra el consumo prudente y en consecuencia multiplica la contaminación; el Papa señala cómo los norteamericanos contaminan de media siete veces más que los habitantes de los países más pobres (pág.45) y recuerda el problema de las migraciones forzadas de aquellos que huyen de la guerra, del hambre o, simplemente, de la falta de oportunidades (pág.24).

Es interesante la idea de que "los sistemas naturales y sociales están interrelacionados" (pág.22), y no menos la observación de que "la globalización favorece intercambios culturales espontáneos, mayor conocimiento mutuo y caminos de integración" (pág.29), pero, añade el Papa, "la lógica del máximo beneficio con el menor costo -lo que él llama el paradigma tecnocrático-, disfrazada de racionalidad, de progreso y de promesas ilusorias, vuelve imposible cualquier preocupación por la casa común y por promover a los descartados de la sociedad" (pág.24); por eso, termina señalando como lo importante es "el primado de la persona humana y la defensa de su dignidad más allá de toda circunstancia" (pág.29).

Podemos pensar que nuestras pequeñas actividades contaminantes son insignificantes ante la magnitud del problema global, pero el Pontífice nos responde que "la suma de muchos daños que se consideran tolerables termina llevándonos a la situación en la que ahora nos encontramos" (pág.24), y que "la ética debería primar sobre las conveniencias" (pág.30). Lamenta que haya en la Iglesia quienes pongan en duda el calentamiento global (pág.16).

Para todos los lectores.