Los almogávares

Epopeya militar de los almogávares, mitad bandoleros mitad soldados, que, refugiados en los valles pirenaicos, vivían del pillaje en tierra de moros. Se desconoce el significado de la palabra “almogávar”, que es de origen árabe. Éstos actuaban en partidas conducidas por el más audaz, utilizaban el factor sorpresa apareciendo donde menos se les esperaba, no tenían miedo a la muerte y su objetivo era alcanzar un buen botín. Como tenían que vivir cerca de los reinos moros y a la postre resultaban más eficaces que la milicia convencional, la Corona de Aragón los utilizó para la defensa de sus fronteras. Terminada aquella parte de la reconquista que le correspondía, Pedro III el Grande de Aragón embarcó a los almogávares hacia Sicilia, que pertenecía a la Casa de Aragón –bien como vasallos del Papa-, pero que éste había entregado a la Casa francesa de Anjou. En 1302, bajo el mando de Roger de Flor, los almogávares se pusieron al servicio del emperador de Bizancio, Andrónico III, que estaba siendo acosado por los turcos. Los almogávares hablaban catalán, se consideraban súbditos de la Corona de Aragón (fusionada con el condado de Barcelona) y luchaban bajo sus banderas. Permanecieron en el mediterráneo oriental hasta 1397, pero se trataba ya de los hijos y nietos de los que en 1302 habían embarcado desde Sicilia.

Ediciones

Edición Editorial Páginas ISBN Observaciones
1973 Ediciones Marte
206

También en Club del Lector y Plaza y Janés.

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Relato moderno de la expedición de los almogávares a Sicilia, Bizancio y Grecia. El autor maneja bien la historia de los reyes de Aragón y utiliza tanto las fuentes históricas de la época como estudios posteriores. Comienza con una Introducción sobre los almogávares y a continuación el autor se fija en sus jefes. El primero de ellos en esta expedición fue Roger de Flor, antiguo templario, excelente Almirante y general de la hueste. Murió asesinado por los mismos que le habían llamado a Oriente junto con la mayoría de sus hombres. Le sucedió el noble Berenguer de Entenza y después Berenguer de Rocafort. Éste era senescal o jefe de la infantería; gran militar aspiraba a ostentar el mando único de la tropa; algo que consiguió en el peor momento posible: muerto Roger y Entenza preso de los genoveses. Los almogávares supervivientes se habían refugiado en la estrecha península de Galípoli. Desde allí Rocafort dirigió la llamada “venganza catalana”: arrasó ciudades, derrotó ejércitos y completado el castigo trasladó la hueste a Grecia donde se establecieron. Los almogávares resultaban invencibles y nadie se atrevía a hacerles frente. Su historia en el mediterráneo oriental fue una sucesión de victorias militares y de traiciones políticas. Traición de Andrónico y de su hijo Miguel, el heredero del Imperio, que cuando se vieron libres de los turcos quisieron librarse de los catalanes, a los que temían. Traición de los genoveses que, temiendo por su influencia comercial en Bizancio, instigaron la traición. Traición del mismo Rocafort que, viéndose como jefe único de la tropa, ordenó matar a los otros capitanes. Traición, por último, de los venecianos los cuales, hallándose en negociaciones con los hermanos Rocafort, los secuestraron y entregaron al Rey francés de Nápoles que los mandó matar. A partir de ese momento los almogávares tuvieron paz; establecidos en los ducados griegos de Atenas y Neopatria fijaron su capital en Tebas. No fueron derrotados hasta 1379, año en el que las Compañías navarras (¡!) de Juan de Urtubia, al servicio de la Orden Hospitalaria, conquistaron Tebas y Atenas. El autor critica la falta de visión de los Reyes de Aragón que podían haber extendido su influencia hasta Bizancio, anexionándolo a su Corona. No obstante las especulaciones históricas sobre lo que pudo ser y no fue carecen de utilidad.