Alejandro Farnesio, príncipe de Parma y sobrino de Felipe II, cuenta la vida de su tío don Juan de Austria, hermanastro del rey y por lo tanto tío suyo. Ambos estudiarán en la Universidad de Alcalá de Henares junto al heredero de la corona española, Carlos, de carácter y conducta difíciles y muerto a temprana edad.
No es una época buena para España, demasiados enemigos: los moros rebeldes en Granada, los herejes en Flandes e Inglaterra y, sobre todo, los turcos en el Mediterráneo.
Edición | Editorial | Páginas | ISBN | Observaciones |
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2011 | Librum Tremens |
424 |
978-84-15074-12-0 |
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La elección que hace Luis Zueco, al presentar el personaje de don Juan de Austria bajo el punto de vista de su sobrino y compañero de estudios en la Universidad de Alcalá de Henares y amigo inseparable en el ejercicio de la guerra, no puede dar como resultado otro que no sea una defensa a ultranza del Paladín de la Cristiandad, del hijo bastardo del Emperador Carlos y hermanastro del Rey Felipe II.
Segunda mitad del siglo XVI en un Imperio, el español, donde nunca se pone el sol. Un imperio que llega a la bancarrota empujado por las numerosas guerras que sostiene contra los herejes protestantes en Flandes, contra los moros sublevados en las Alpujarras, contra los turcos en el Mediterráneo enviados por Selim II -hijo de Solimán el Magnífico- que había invadido Chipre, además de considerarse enemigo de Francia principalmente por sus disputas sobre el dominio de los reinos italianos y de Inglaterra donde reinaba Isabel, la hija del rey Enrique VIII, el que separó su reino de la Iglesia Católica.
Tiempos muy difíciles de entender desde la perspectiva del hombre del siglo XXI, para quien la separación de poderes, la secularización de la sociedad y el relativismo ideológico constituyen el andamiaje ideológico y el enfoque habitual aunque estemos hablando de hace cuatro siglos y medio.
Por aquel entonces, el Papa además de ser cabeza espiritual de la Iglesia Católica, era el soberano de un reino que ocupaba la zona central de Italia. Y cuando se tienen bienes terrenales, se originan envidias, disputas y guerras por defenderlos de la codicia de los reinos vecinos. La novela nos presenta a un Papa, Pío V, anciano, rezador e impulsor de la Santa Liga, la alianza de Castilla, Nápoles y Venecia principalmente. Cada reino aportó los barcos que constituyeron una armada suficiente para derrotar a los turcos, los malos, porque atacaban las ciudades del Mediterráneo, las saqueaban, las destruían y se llevaban a sus habitantes como esclavos: Malta, Sicilia, Chipre, etc. Además exigían a los reinos cristianos el pago de una especie de “impuesto” para garantizar que no serían atacados por ellos. Los reinos cristianos padecían la arrogancia de los turcos. Visto así, parece lógico que se aliasen y se defendiesen. Y así es como se nos presenta en esta novela de Luis Zueco.
Don Juan de Austria fue nombrado por Felipe II y por el propio Pío V, jefe supremo de la Santa Liga y consiguió vencer a los turcos en Lepanto. La novela describe la batalla de una forma interesante y amena.
Pero don Juan de Austria no encontró ningún reconocimiento, contrariamente a lo que ocurría en el resto de los reinos, por parte de su hermanastro Felipe II. Don Juan había dominado la sublevación de los moros en Granada y además de vencer en Lepanto, reconquistó Túnez. Pero Felipe II se mostraba distante y reticente con él.
La última etapa de la vida de don Juan de Austria se desarrolló durante su Gobierno de Flandes. Los Países Bajos acabaron con la carrera diplomática de Margarita de Austria, hija bastarda también del emperador Carlos y esposa del Príncipe de Parma, Octavio Farnesio. Margarita mantuvo el gobierno de Flandes con astucia. Pero las sublevaciones de los nobles flamencos consumieron la paciencia de Felipe II, quien nombró al Duque de Alba nuevo Gobernador de Flandes.
Margarita de Austria y Octavo Farnesio fueron los padres de Alejandro Farnesio, la voz que nos cuenta la vida de don Juan de Austria.
Así que tenemos al héroe don Juan de Austria tratando de recobrar algunas plazas de las muchas que se habían sublevado en Flandes, contra Felipe II. Y comandando los tercios españoles, intenta alcanzar una postura de fuerza para negociar con los nobles flamencos la paz.
De forma sucinta, diremos que Alejandro Farnesio describe las campañas de Flandes y, la muerte de don Juan de Austria, presuntamente envenenado.
El marido de Ruy Gómez de Silva, esposo de la princesa de Éboli, defendía una postura dialogante, pareja a la de Margarita de Austria, y contraria a la del Duque de Alba.
Tras la muerte de Ruy Gómez de Silva, su mujer, la princesa de Éboli, se entiende con el secretario que había sido del esposo fallecido, Antonio Pérez, y comete adulterio con el rey Felipe II. La novela considera a ambos amantes, Antonio Pérez y la de la princesa de Éboli, como los intrigantes que acusaban de traición a don Juan de Austria. Así Felipe II abandonó a su suerte a su hermanastro don Juan y éste murió en Namur, Flandes, supuestamente envenenado.
Personajes complejos, de vidas difíciles como Margarita de Austria, bastarda del emperador Carlos; Alejandro Farnesio, nieto del emperador Carlos, hijo de Margarita, y además nieto de un papa Paulo III; don Juan de Austria, hijo bastardo también del emperador Carlos… Ecos en la memoria de otro bastardo, el rey Salomón, bajo cuyo reinado Israel consiguió brillo y esplendor.
No sólo las circunstancias de los nacimientos les marcaron como personajes especiales, también sus propias conductas: tanto Felipe II como don Juan de Austria pelean en defensa de la Fe Católica y sin embargo en su vida personal, encontramos adulterios, hijos bastardos y ambiciones sin límites.
Si esto ocurría en los personajes considerados como “héroes” que no ocurriría en el pueblo llano o en los otros estamentos sociales: sobornos, conspiración, asesinatos… Algunos eclesiásticos no supieron estar a la altura de su dignidad, como ha ocurrido en otras etapas de la historia de la Iglesia Católica. Pero la realidad es que sin la victoria de Lepanto, el 7 de octubre de 1571, Europa hubiera perdido su identidad y quizás la herencia de democracia, de igualdad y de libertad que hoy disfrutamos hubiese naufragado en las aguas del Mediterráneo.
Una novela para adultos, con formación y con conocimientos históricos sobre la época, suficientes para valorar algunas críticas a eclesiásticos de la época.