Se hace tarde y anochece

"En la raíz de la quiebra de Occidente hay una crisis cultural e identitaria. Occidente ya no sabe quién es, porque ya no sabe ni quiere saber qué lo ha configurado, qué lo ha constituido tal y como ha sido y tal y como es. Hoy muchos países ignoran su historia. Esta autoasfixia conduce de forma natural a una decadencia que abre el camino a nuevas civilizaciones bárbaras".

Esta afirmación del cardenal Robert Sarah resume el propósito del tercer libro de entrevistas con Nicolas Diat, la profunda crisis espiritual, moral y política del mundo contemporáneo: crisis de la fe y de la Iglesia, declive de Occidente, traición de sus élites, relativismo moral, globalización sin límites, capitalismo desenfrenado, nuevas ideologías, agotamiento político, entre otros. Tras tomar conciencia de la gravedad de la crisis, el cardenal propone los medios para evitar el infierno de un mundo sin Dios, sin el hombre y sin esperanza.

El camino de la vida del hombre ha de experimentar la elevación del alma para difundirla a su alrededor y dejar en herencia una criatura más excelsa de lo que era al entrar en este mundo: con la certeza de hacer lo que está a nuestro alcance, que es lo que nos pide Dios que está siempre bien cercano a nosotros.

Un anális de la situación de la Iglesia y del mundo y una llamada a la santidad.

Ediciones

Edición Editorial Páginas ISBN Observaciones
2019 Ediciones Palabra
428
9788490818929

En conversación con el periodista francés Nicolás Diat.

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Comentarios

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Lo primero que quiero decir de este libro es que es excesivamente largo y denso, por lo que no es fácil que llegue al lector corriente. El autor trata en él acerca de la Iglesia, pero también de la sociedad occidental a la que acusa de forma repetitiva de ser materialista, individualista, relativista..., en realidad atea. El Cardenal se refiere a ella en la segunda parte del libro, El hombre degradado, y en la tercera, El derrumbe de la verdad, la decadencia moral y los extravíos políticos.

Cansa leer y releer los mismos análisis, en ocasiones con una terminología con la que no estamos familiarizados; por ejemplo, utiliza muchas veces el término transhumanismo; se trata de la pretensión del hombre de construirse sí mismo olvidando su naturaleza; el autor se refiere tanto a la ideología de género (recientemente me he enterado de lo que es), como a la selección de embriones o a las mil técnicas reproductivas que se utilizan; pero cuando habla de los ciborg o robot dirigiendo la actividad de los humanos, nos parece encontrarnos por un instante ante la ciencia ficción. En otro momento, el autor, al tratar de la manipulación de la opinión pública parece inclinarse por las teorías de la conspiración. Sabemos que se han difundido teorías extrañas que la relacionaban con la vacuna del covid y algunos pastores -muy pocos- las han hecho suyas, pero esos pocos, si han recomendado no vacunarse, se han visto en dificultades con las autoridades sanitarias y con los demás obispos.

Sarah es muy crítico con la sociedad occidental y su ateísmo práctico: consumismo, capitalismo basado en el beneficio, control de la opinión por una minoría; todo ello está bien y ya había sido denunciado antes por los pontífices, pero no de una forma tan sistemática e insistente, acaso negativa. Lo que no cabe duda es de que el Cardenal estaba muy informado ¡ya en 2019! sobre las últimas novedades de tipo social, tecnológico y político. Critica la política norteamericana y europea respecto de Irak, Siria o Libia que ha desestabilizado esos países con enormes daños para su población; evidencia el absurdo de querer imponer la democracia liberal norteamericana en todo el planeta, dado que ni todos los pueblos son iguales ni se encuentran en el mismo estadío cultural y social; incluso se refiere -insisto, en 1919- a las dificultades entre Rusia y Ucrania.

En tanto texto es lógico que se encuentren aciertos; me ha gustado especialmente el tratamiento que hace de la libertad: "La libertad es hija de la verdad", y es enormemente convincente al referirse a la necesidad de la pobreza cristiana que han de vivir tanto los clérigos como los laicos. Cuando se habla de la participación de los laicos en la vida de la Iglesia podía comenzarse por tratar este punto. Sarah ve las causas del ateismo practico en la sociedad del bienestar y en el relativismo moral; insiste en que los obispos tienen la obligación de recalcarlo y no me cabe duda de que lo hacen, pero sus palabras no llegan a los fieles y si llegan no son atendidas. Sarah habla de pastores timoratos, que no desean parecer impopulares; en realidad, más que publicistas hacen falta pastores santos, que arrastren.

Robert Sarah recuerda a los misioneros espiritanos franceses que evangelizaron su remoto poblado en Guinea, construyeron una iglesia con sus propias manos y cuyo superior falleció a los seis meses de llegar. Rezadores, fueron un ejemplo para el niño recién convertido al cristianismo. Si el Cardenal compara el clero actual con aquellos hombres es lógico que éste le parezca tibio; se refiere, sin embargo, con gran cariño al ejemplo de los monjes que viven la adoración y el culto en el silencio de sus monasterios. El autor cita al Cardenal Ratzinger, Benedicto XVI, pero también a Juan Pablo II, al papa Francisco, a Henry de Lubac y a otros teólogos franceses, e incluso a Solzhenitsyn al tratar sobre la pobreza espiritual de Occidente.

Sus críticas no son acertadas, son acertadísimas, pero no se puede generalizar; ocurre que los pastores que observan las normas no son noticia, en tanto que los que las abandonan llegan a los medios y forman opinión. Se puede decir lo que dice el autor con menos palabras, centrándose en los aspectos espirituales y sin hacer tanta sociología. Aunque el libro se anuncia como una entrevista con Nicolás Diat, la intervención de éste es mínima y está dirigida, sobre todo, a introducir las intervenciones del Cardenal. No sería éste el libro que yo recomendaría más que a los que sé que opinan de la misma forma. Me ha gustado mucho menos que Dios o nada y también es más difícil de leer.

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Es un libro sobrecogedor. ¿Muchas novedades? Quizá lo que nos dice el cardenal Sarah son cosas que nos suenan, pero este libro tiene una profundidad inusitada. Hay que leerlo despacio, y es largo, porque dice muchas cosas. Cosas que no se atreve a decir hoy casi nadie. Especialmente cuando habla de su propio gremio, sacerdotes y obispos. Hay que rezar; menos estructuras y más horas de oración. Y nos advierte de la crisis moral de la sociedad, y nos da muchas claves para entender la tristeza de Occidente, alejado de Dios. Verdaderamente muy recomendable.El cardenal Sarah habla de muchas cosas y no por rellenar. Tiene urgencia por advertir y habla de conversión, del peligro de la idolatría en nuestra sociedad, del peligro de olvidar lo sagrado, precisamente porque estamos tan atados a lo material. Habla del ateísmo líquido que se mete por todos los vericuetos, incluidos los de la Iglesia. Habla de santificación, de amor y de adoración. Habla de sacerdocio y de la conversión de los sacerdotes. Y de los obispos. Siempre desde la esperanza y desde la confianza en la Iglesia. Advierte de la tibieza, de la desidia, de la acedia, tan propias de la sociedad occidental. Habla del matrimonio, de la fidelidad, de la fecundidad, o sea de generosidad. En fin, tantos y tantos temas que son una fotografía de la sociedad y de la Iglesia y la advertencia de que hace falta volver a lo esencial: a la oración, al silencio, a la adoración, para encontrarnos con Dios y para poder llevar a Dios a mucha gente. Leer artículo 1 >>, leer artículo 2 >>, leer artículo 3 >>

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Merece la pena leer este libro con pausa, ofrece una reflexión honda sobre la situación vital y cultural del mundo, sobre todo  en occidente, sobre la Iglesia, e invita a poner los medios para ser santos y navegar contracorriente sin miedo.

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Por tercera vez el Cardenal Sarah presenta unas reflexiones profundas ante las preguntas del periodista francés Nicolas Diat. Anochece, según piensa, en su vida personal con 74 años, y respecto a la situación del cristianismo en el Occidene que abandona sus raíces históricas. El miserio de Judas, que reniega y se vende al mundo, sigue presente hoy. Le pesan las almas de los cristianos que vacilan y están desconcertados, y pide a los obispos y sacerdotes que sean buenos Pastores. Apela a la oración y el silencio, la caridad fraterna y el amor a Pedro, como pilares de la Iglesia. Se pronuncia sobre la crisis religiosa, el rechazo de la vida regalada por Dios Padre Creador a todos los niveles, el olvido de la verdad y la decadencia moral. Termina, como decimos, con la llamada a recuperar la esperanza y la práctica de las virtudes cristianas. El lenguaje es nítido y exigente, pero si el lector medita puede sacar mucho provecho. El riesgto es caer en el pesimismo, algo que descarta Sarah. 

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Impresionante análisis de la situación de la Iglesia y el mundo que llama a la santidad. Leer artículo 1 >>, leer artículo 2 >>, leer artículo 3 >>