Si en Un hombre acabado Papini relata la experiencia de su infancia y juventud, el Segundo nacimiento se centra en la evolución de su espíritu a partir de la treintena. Ambas son obras autobiográficas. En la primera rememora sus frustraciones de niño y lo que él considera sus repetidos fracasos. La segunda tiene como objeto su encuentro con Dios y las circunstancias que influyeron en su "segundo nacimiento".
En su madurez el autor se recrea con todo aquello de lo que había carecido en la infancia. Si había nacido en una casucha húmeda y oscura de la ciudad de Florencia, ahora construye su casa en el campo y canta a la naturaleza que le rodea. Si desde los seis años sus familiares le llamaban "veccio" (viejo) y se sentía ajeno al género humano, ahora se conmueve por el amor gratuito de su esposa e hijas, la sencillez de los campesinos y por cualquier atisbo de bondad que encuentre en su camino.
Aquel que fue llevado a bautizar subrepticiamente y educado en el ateísmo, siente que no puede admirar a otro hombre que no sea Jesús. Una y otra vez se siente llamado hasta que exclama: "Las tentaciones del diablo son bagatelas frente a las tentaciones de Dios".
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En el "Segundo nacimiento"
En el Segundo nacimiento encontramos dos tipos de pasajes. Los primeros rebosan alegría y son aquellos en los que el autor canta a la naturaleza. Pienso que nunca he leído una poesía tan hermosa. Otros capítulos, por el contrario, rezuman una suave melancolía.
Por ejemplo, el recuerdo de aquellos que considera Papini que intervinieron en su conversión: el antiguo anarquista Ulderico, su esposa y sus trece hijos; el vinatero Silverio que le amonesta sobre la condenación eterna; así como el recuerdo del joven Mildio que había sido arrancado de la vida campesina para participar en la Gran Guerra. En élla tuvo que participar en un pelotón de fusilamiento y, ahora que la guerra ha terminado, agoniza en un hospital a causa de la tuberculosis.
Papini regresa a estos recuerdos como el que abre una herida dolorosa. La bondad e indefensión de los pobres le desarma. El libro termina con la primera comunión de sus hijas, Viola y Gioconda, y sugiere que allí se produjo su "segundo nacimiento". El autor comienza poniendo de relieve lo mal dispuesto que se encontraba aquel día: "La mañana fijada me desperté de mal humor y completamente desganado. Dije que no iría a ningún sitio; que no quería ver a nadie. ¿Era el terror a la Gracia o a mi indignidad? Pero no pude resistir a la pena, al estupor, a la influencia de seis ojos, de aquellos ojos que iluminaban por sí solos la oscuridad de mi vida, y al final fui. Después que ellos, sin ganas, mal humorado, ceñudo, pero fui".
Papini está prendido por el lazo del amor a su esposa e hijas que al final le arrastrará hasta Dios. Escribe: "Cuando mis hijas, tan sinceras y bellas, recibieron el disco del cuerpo divino, yo, que no sé llorar, sentí cerrárseme la garganta por la angustia y unas ganas grandes de sollozar; una gran desesperación de no poder creer en todo como aquellas inocentes que sentían a Cristo dentro de sí y parecía que lo estrecharan con sus brazos".
Mi conclusión es la de que un corazón grande, como el de Papini, sean cuales fueren sus circunstancias se encuentra indefenso ante la llamada del amor de Dios. Sin que se conozca la causa el autor no quiso publicar esta obra en vida, por lo que se la debemos a su editor como obra póstuma.