Maria Shirakawa, la narradora de esta delicada historia, tiene que marcharse a Tokio, en cuya universidad va a estudiar. Deja atrás el hostal Yamamoto, un lugar idílico frente al mar en la península de Izu, donde ha crecido junto a su madre. Y también a su prima y amiga de la infancia, Tsugumi, la bellísma hija del matrimonio que regenta el hostal.
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Aunque los caracteres de María y Tsugumi son muy diferentes, María sabe que detrás de la aparente afabilidad de su prima con los extraños existe una personalidad caprichosa y manipuladora con quienes la rodean; tal vez resultado de la dolorosa enfermedad crónica que la acompaña desde pequeña y que constantemente la tumba en cama o la lleva al hospital. La amistad entre ambas ha surcado ya muchas pruebas y Tsugumi invita a su amiga a pasar un último verano frente al mar, pues el hostal pronto cerrará. Y es en esa ocasión cuando Tsugumi conocerá el amor y María aprenderá el verdadero significado del hogar y la familia. Tsugumi es una novela corta impregnada de luz de atardecer, brisa tranquila y recuerdos rebosantes de melancolía. No contiene el elemento sobrenatural presente en otras de sus obras, es una simple y sencilla historia sobre el regreso a un lugar muy querido y a los recuerdos de los momentos felices que se vivieron ahí. La novela no desagrada, aunque a algunos lectores pude parecer un poco cursi, sobrecargada de “melancolismo” y atardeceres frente al mar. Su prosa, sencilla, clara y equilibrada es resultado de una minuciosidad y un cuidado extremo en sus trabajos. Tiene un cierto sabor a historieta japonesa enfocada al público femenino.. Pero esto no desmerece en nada a la novela y tal vez atraiga a nuevas generaciones de lectores que no se atreven a saltar de la lectura de comics a la lectura de libros. Con esta novela sobre el dolor, la amistad y el primer amor, Yoshimoto regresa al mundo que creó en Kitchen y Sueño profundo y que ha hechizado a tantos seguidores: un mundo en el que la tristeza y el silencio, el vacío y el dasasosiego se difuminan en una atmósfera onírica y teñida de irrealidad. Finalmente, Tsugumi puede no cautivar a todo tipo de lector y, qué duda cabe, exige cierta paciencia y una mirada menos prejuiciosa de lo habitual. Como detalle último, si al concluir la lectura se topa con el postfacio de la autora, por favor, omítalo o réstele importancia (hace más daño que bien a una novela que fácilmente puede prescindir de él).