El autor ha dejado su casa, pero todavía no puede ocupar el que será su nuevo domicilio. Pasará un verano trashumante, entre hoteles y casas prestadas. Padece una fuerte depresión que combate con largas caminatas. Recuerda a los malditos de la literatura: De Quincey, Poe y Baudelaire. En su crisis personal, se siente como un galeote atado a la mesa de escritor. Trata de inspirarse en las voces de la calle, el Metro y la propaganda. "El gran poema de este siglo -afirma- sólo podrá ser escrito con materiales de desecho".
La segunda parte del volumen (págs.351-494) lleva por título Don nadie y corresponde a la estancia del autor en Nueva York. Allí evocará a Poe y a Melville.
Edición | Editorial | Páginas | ISBN | Observaciones |
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2018 | Seix Barral |
494 |
84-322-3350-0 |
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La primera pregunta que
La primera pregunta que tenemos que hacer es ante qué tipo de obra literaria nos encontramos. Tiene algo de diario, de imaginación, de ensayo o de cuaderno de viaje. Recuerda a El Quadern Gris de Josep Pla, que reúne algo de todo ello. La diferencia entre ambos libros está en el ánimo con el que fueron escritos. Pla se presenta a sí mismo joven, deseoso de conocer; Muñoz Molina manifiesta haber cumplido los sesenta y está en crisis. Padece insomnio y le acecha la sombra negra del desánimo. Es muy atractiva la forma que tiene el autor de referirse a sí mismo en tercera persona.
No explica por qué se aficionó a tomar folletos por la calle, a grabar voces o copiar letreros. Manifiesta que fue por casualidad y que después se convirtió en una obsesión. La verdad es que rótulos y demás no aportan nada a la obra. No así la grabación de los sonidos, que adquirirán sentido cuando el autor los escuche de nuevo. Aportan poco o nada las narraciones respecto a terceros que introduce en el texto. Por ejemplo la historia del justiciero del autobús de México.
Es de suponer que no ayudará nada a la depresión la evocación constante de autores fracasados en vida, entre el alcohol, el láudano y la pobreza. Resulta deprimente la forma que tiene el autor de asumir las denuncias medioambientales, de relatar la muerte de García Lorca o el imaginado Museo de zapatos de caminantes por la ciudad (págs.181-182). Escribe: "Quiero vivir sin apuro, sin angustia, sin prisa, sin remordimiento, sin impostura" (pág.242). Y quién no. Me pregunto si esta obra no será adecuada para las personas que padecen depresión. Si nó se sentirían identificados con nuestro caminante como en una especie de puesta en común.
Es maravilloso comprobar cómo el autor quiere a su mujer, a la que sin embargo no nombra. Cómo resigue los bordes de su cara con los dedos. Cómo todavía practican sexo a los sesenta años. Hay momentos de enorme autenticidad en la obra y éste es uno de ellos. La obra sería perfecta si se expurgase de historias de terceros. Cuando Muñoz Molina habla de sí mismo, de él, el texto resulta literariamente muy satisfactorio. La estancia en Nueva York podría haberse publicado por separado, como hizo Josep Pla con su maravilloso Viaje a pie.
Al tratar sobre el cuidado del medio ambiente el autor reproduce una cita del pensador anarquista Proudhon (1809-1865) que le ha impactado. Dice así: "El bienestar sin educación embrutece a las personas y las vuelve insolentes" (pág.305). Bienestar sin educación, ¿no es acaso una radiografía exacta de lo que ocurre hoy en día en las sociedades occidentales? Para disimular este fenómeno tiende a sustituirse la palabra educación por la de enseñanza, pero no son equivalentes. Una actitud moral, de respeto a la Ley y a los derechos de los demás, es el elemento que convierte la enseñanza en educación y el cuidado del medio ambiente forma parte de esa moral individual y colectiva.