Esta obra, desprovista de todo doblez, sugiere un mundo en el que confluyen la realidad y la inocencia. Llamará la atención al lector la cercanía de la autora con la Premio Nobel polaca Wisława Szimborska, a la que rinde culto, no sólo en el texto que abre su libro, sino en otros muchos, en los que hay una voluntad de estilo basada en el empleo de un léxico vivo y claro, en frases coloquiales y en los juegos de palabras.