Un cuento escrito en forma de fantasía, con una princesa, un dragón y el escritor mismo como protagonistas, con un estilo original y entretenido. De ágil lectura y fácil comprensión, los mensajes resultan más que evidentes y en las más de las ocasiones, explícitos y consejos prácticos de superación personal.
Enfoca la lucha contra los propios miedos –simbolizados por el dragón– y los efectos que vienen de irlos superando. Resalta el valor de la experiencia y el proceso de adquisición de la prudencia.
Comentarios
Está orientado a adultos o incluso jóvenes, quizá no adolescentes. Sin pretensiones de particular profundidad, sino como algo entretenido que mueve a la reflexión.
Es una exposición absolutamente carente de sentido de trascendencia, donde lo más grande es la confianza en uno mismo, la mayor riqueza es la experiencia, vivir el momento con intensidad es la norma de conducta y el ejercicio de la prudencia aparece sobre todo como un equilibrio entre el miedo y la temeridad, pero sin profundizar en el valor completo de esa virtud.
Termina recurriendo al divorcio y segunda unión de la princesa con otra persona como un ejemplo de superación al cortar con una situación difícil que se alargó innecesariamente y un sobreponerse a la depresión de la soledad. No cuestiona en lo más mínimo la licitud o moralidad de la actuación, tan sólo vela por aprovechar el don de la vida sin desperdicio. No es un libro que mueva, ni siquiera lejanamente, al libertinaje pero sin duda que no contempla normas morales objetivas. Tiene aspectos interesantes y positivos, formativos, pero incompletos.