Comienza otro día laborable y Ramchand corre por las callejuelas de Amritsar, importante ciudad del Punjab, hacia la tienda de saris situada en el antiguo bazar. Es allí donde pasa sus días, enrollando y desenrollando con infinita paciencia metros y metros de sedas de Benarés con deslumbrantes bordados, algodones de Bangladesh de vivos colores y delicados tejidos de satén, ante las esposas y las hijas de las familias pudientes. Y mientras escucha las conversaciones de esas personas tan alejadas de su condición, por su mente vagan todo tipo de pensamientos, en un vano intento de imaginar ese mundo desconocido e inalcanzable. Pero todo cambia el día que su jefe lo envía a casa de uno de los hombres más ricos de Amritsar, cuya hija mayor se va a casar.
Edición | Editorial | Páginas | ISBN | Observaciones |
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2005 | Salamandra |
285 |
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Comentarios
Leer esta novela es meterse en un mundo desconocido. Una y otra vez el lector tiende a buscar en la cubierta algún dato sobre la autora, para cerciorarse de que ella es de allí, que no me está engañando. Una y otra vez se para el lector a reflexionar sobre la época del relato, y se cerciora de que es la época de la informática, como para asegurarse de que la historia que lee es de ahora. No es del siglo XIX, como uno podría pensar al descubrir los modos de vida. Sorprende al experto que no se hable de castas. Se presienten las clases sociales con tanta dureza que no queda más remedio que recordar que las castas han llevado a la India a una situación de conformismo endémico. Si soy pobre es porque me ha tocado, es problema del karma, de la reencarnación correspondiente y pretender eludir mi suerte es enfrentarme a los dioses. Pero de esto no se habla. Sólo se presiente. Y, en el fondo, este es el único tema, llevado con maestría a través de un personaje creíble y atrayente, que parece querer salirse de su historia, pero descubre que no puede.
Elogiada por la conmovedora ingenuidad con que describe la India moderna, la autora combina el humor con una profunda sensibilidad para pintar un retrato crítico de la sociedad de su país, metáfora por excelencia de un mundo en el que la esperanza y la bondad han de convivir forzosamente con la violencia y la desesperación.