Vida y milagros de San Martín de Porres (1579-1639). Nacido en Lima (Perú), fue hijo natural de un noble español y una mujer negra, doña Ana Velazquez. Era mulato, oscuro de piel y profesó como servidor en el convento de los P.P. Dominicos de Lima.
En el convento desempeñó labores humildes por lo que se suele representar con una escoba en la mano -Fray Escoba- . Destacó por su caridad con los niños, pobres y enfermos, y Dios le concedió el don de curar. Llevó una vida de oración y penitencia y, aún en vida, tuvo fama de santo y milagrero, por lo que gran parte de la sociedad limeña acudía a él.
Fue beatificado en 1837 y canonizado en 1962 por S.S. san Juan XXIII. La biografía está escrita a través de los documentos del proceso de beatificación.
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Es Dios quien elige a
Es Dios quien elige a aquellos que quiere que le representen en el mundo por sus virtudes y santidad. Es el caso de Fray Martín de Porres, O.P. ¿Por qué eligió Dios a este joven mulato, sin más recursos que un noble apellido español? Sólo El lo sabe.
Leemos en este libro cómo en el convento de los P.P. Dominicos de Lima vivían entonces más de 250 religiosos; y tanto en éste como en otros cenobios de la ciudad había frailes con fama de santidad; algunos de ellos serían beatificados y otros no. Quiere ello decir que los españoles no sólo fueron a América a buscar oro, sino que también llevaron el oro de su generosidad y sus virtudes. Y que no hicieron distinción de razas lo demuestra el caso de fray Martín.
La segunda pregunta que nos plantea la lectura de este libro es la siguiente. Algunos santos han pasado desapercibidos entre sus coetáneos, mientras que otros han tenido, ya en vida, fama de santidad y de hacer milagros. ¿Por qué esa diferencia? La respuesta puede estar en que Dios pasa desapercibido cuando lo desea -pensemos en la vida oculta de Jesús-, en tanto que, cuando quiere y encuentra fe en los hombres, actúa visiblemente en el mundo como sólo El lo puede hacer.
"Dios es humilde" -leemos en este libro (pág.325). Es una afirmación sorprendente; pero si pensamos en el nacimiento de Cristo, en su obediencia, en su cansancio y su muerte; si consideramos de qué modo respeta la libertad de los hombres que El ha creado, nos damos cuenta de la verdad de esta afirmación. Es Satanás quien hace gala de soberbia, desobediencia y mentira.
Fray Martín hacía insistentes penitencia pidiendo a Dios perdón de sus pecados. En una ocasión -leemos-, otro fraile "no comprende de qué faltas pide perdón el penitente" (pág.140). El autor lo explica: "[De] sus miserias inherentes a la condición humana" (pág.139). Estas miserias nos siguen como la sombra al cuerpo. Es posible que no sean pecados si el hombre no repara en ellas ni las consiente, pero son faltas de amor a Dios, que se entristece con ellas y se preguntará para qué ha creado una humanidad tan desatenta.
El autor señala muchas veces cómo Fray Martín sonreía comprensivamente cada vez que sorprendía a los novicios en una falta, pero no por eso dejaba de invitarles firmemente a cumplir con sus obligaciones. Salvo el segundo capítulo, en el que se explica la fundación de la ciudad de Lima y la historia de don Juan de Porres, padre de fray Martín, y puede ser un poco árido, el libro se lee muy bien.