Raíz y decoro de España

Algunos ensayos del médico y humanista español Gregorio Marañón. El libro fue publicado en 1933, dos años después de la proclamación de la Segunda República española.

Escribe el autor en el prólogo: "Así pensaba de España un español cualquiera [se refiere a sí mismo], cuando el pueblo ibérico cambió su régimen de gobierno y vivía estremecido por la trascendental mutación" (pág.13).

Destacan por su interés los cuatro primeros ensayos que llevan los títulos: I. Los deberes olvidados. II. Eugenesia y moral. III. Intelectuales y políticos. IV. El porvenir de la cultura. Los textos restantes son recuerdos de algunos personajes como Galdós o el doctor Pasteur.

Ediciones

Edición Editorial Páginas ISBN Observaciones
1973 Espasa Calpe - Colección Austral
160
978-84-239-1111-0

Original de 1933.

Valoración CDL
3
Valoración Socios
3
Average: 3 (1 vote)
Interpretación
  • No Recomendable
  • 1
  • En blanco
  • 2
  • Recomendable
  • 3
  • Muy Recomendable
  • 4

1 valoraciones

3
Género: 

Comentarios

Imagen de enc

Sin menospreciar los otros textos, hay que destacar en este volumen el primer ensayo que lleva por título Los deberes olvidados. Éste, sin entrar en  nombres o siglas, hace referencia al deterioro de la vida pública que se había producido en España y en Europa después de la Primera Guerra Mundial.

La tesis del autor es la de que el deterioro del ambiente social se había producido al reclamar todos sus derechos olvidándose del cumplimiento de los deberes: "Cada ser humano -escribe- se ha derramado fuera de sí para buscar y conquistar lo que llaman sus derechos y se ha olvidado de pensar también en sus deberes" (pág.20). Marañón señala como los derechos son iguales para todos -la vida, la educación, la vivienda,...-, pero no así los deberes; no tiene los mismos deberes el rico que el pobre, el adulto que el niño, el analfabeto que el intelectual.

El autor hace un original reparto de responsabilidades cuando escribe: "El deber del niño es la obediencia, del joven la rebeldía, de la madurez la austeridad y de la vejez la adaptación" (pág.34). Advierte que la rebeldía que se espera de la juventud es, ante todo, un esfuerzo por mejorarse a sí misma, lo cual requiere disciplina. De los adultos señala que frecuentemente están "descentrados de la austeridad que se espera de ellos", ya sea en el empleo del tiempo, del dinero o de la atención que deben prestar a las obligaciones familiares y profesionales (pág.35).

Acerca de la confrontación social y laboral -la lucha de clases- rechaza el enfrentamiento entre trabajadores y empresarios con la intención de imponerse unos sobre otros (pág.27). Señala cómo la reclamación permanente conduce a la frustración y a la violencia, y ésta a la instauración de dictaduras: "A fuerza de [reclamar] derechos nos encontramos ante la violencia y la sangre, que, como deidades terribles, dictan la solución suprema de los conflictos humanos" (pág.20).

Acerca de la situación política, Marañón, que había sido diputado en las Cortes Constituyentes de la Segunda República, señala como los enfrentamientos que dividían a la Cámara y a la Sociedad obedecían muchas veces a menudencias: "Contiendas entre izquierdas y derechas, republicanos y monárquicos, religiosos y laicos, tienen mucho de ligereza y de falta de sentido" (pág.27).

Denuncia el nacionalismo, que ya era virulento en Cataluña aunque no nombra a esta región española: "Se ha querido hacer de la noble pasión por la patria una pasión exclusiva, sin generosidad; una especie de seto punzante que aísla cada pueblo de la convivencia con los demás. Se ha hecho de ese nacionalismo una droga con el que se ha envenenado el alma de las juventudes" (pág.48). Concluye señalando el olvido de un deber fundamental: "El deber humano y cristiano de la fraternidad" (pág.49).

Finalmente, el autor opina que crisis y revoluciones, pese al dolor que necesariamente provocan, desembocan en tiempos mejores que las justifican; y que el hombre recto debe soportarlas por el bien futuro de la sociedad: "Aceptar ese dolor sabiendo que compramos con él la paz de las generaciones futuras" (pág.51). En ese sentido podemos pensar, a largo plazo, en la Revolución francesa, la Revolución americana y la misma Revolución rusa de 1917. No está claro que el autor se aplicara a sí mismo este consejo, ya que cuando comenzó la Guerra Civil se exilió fuera de España.

La lectura de este ensayo resulta fascinante por el enfoque moral que hace el autor de los problemas sociales y porque, noventa años después, los problemas en España parecen ser los mismos: el olvido de los deberes propios y la escasa voluntad de convivencia.