En esta obra íntima y bellamente ilustrada, Christian Bobin evoca su infancia —hermosa a la par que terrible, como los ángeles— transcurrida en Le Creusot, en la Borgoña francesa, ciudad de la que nunca se ha ido. La delicadeza, sabiduría y brevedad aforísticas a las que acostumbra el autor invitan al lector a pasearse, rodeado de flores o bajo la nieve, por una ciudad en la que «porque no hay nada que ver, los ojos se empiezan a abrir y las visiones se multiplican».