Nuestra verdadera identidad se encuentra en una serie de valores universales: la capacidad humana para vivir en la verdad, para hacer justicia, para amar, para crear y apreciar la belleza. Lo que distingue a unas personas de otras y a menudo las divide (sexo, raza, religión, origen, nacionalidad, aspecto físico) es secundario frente a esos valores universales.
Cuatro estudios.