La persona y el modo de actuar de Jesús de Nazaret continúa fascinando a muchas personas por su frescura innovadora. Pero, al mismo tiempo, cuando se alude a la ética de sus seguidores, resulta habitual percibir el desdén e incluso el rechazo. ¿Será que la memoria viva de aquel que inauguró la ética del amor se ha perdido en los vaivenes de la historia, de manera que la denominada «moral cristiana» ya no conserva la savia de su origen ni el vigor de la fuente cristalina de la primera hora?