San Francisco de Asís (1181-1226) es seguramente el santo más admirado, dentro y fuera del cristianismo. Es una obra de Dios, espléndidamente correspondida por el hombre con tanta fidelidad, que, después de ocho siglos, sigue asombrando y llevando a Cristo a jóvenes y mayores. Francisco fue el joven de vida alejada del Evangelio, que, al descubrir a Dios como su verdadero Padre, se despoja de todo y de todos, para abrazar a "mi Dios y mi todo".