Me sedujiste, Señor, y me dejé seducir». Así arranca el profeta Jeremías la descripción de su vocación. Esa llamada de Dios se convierte, para él, en batalla encarnizada, pero sobre todo en pasión, convicción y fuente de sentido.
José María Rodríguez Olaizola elige esa evocadora afirmación para responder a una pregunta: ¿Qué le dirías a un joven que quisiera ser jesuita hoy? Su diálogo imaginado con ese joven que pregunta se convierte en una reflexión, no solo sobre la vocación del jesuita o la vida religiosa, sino sobre la vocación hoy para cualquiera que quiera seguir a Jesús.