pureza

Una lectura atenta del evangelio nos muestra que Jesús no solo hizo y dijo muchas cosas. Como cualquier persona -era Dios y hombre- tenía una forma de ser, una personalidad, y eso se reflejaba en la manera de tratar a los demás, de hablarles e, incluso, de mirarles. La mirada de Jesús hacía que se sintiesen queridos, con ganas de ser mejores y, en muchas ocasiones, incluso les llevaba a dejarlo todo y seguirle.

Este texto gira en torno al tema central siguiente: los jóvenes poseen una curiosidad natural por aprender y una necesidad profunda de ser amados y de amar. En su maduración, y desde la vulnerabilidad propia de la falta de experiencia y juventud, pueden equivocarse pero, con esfuerzo y acompañamiento, también aprenden de sus errores.

Pequeño volumen dedicado, en realidad, a la mujer más que al hombre por el tono del relato. Aún así, resulta interesante por los conceptos que rescata acerca de esta virtud, la pureza, esencial para llevar una vida casta y cristiana como Dios manda.