En la Universidad de Salamanca durante todo el siglo XVI y gran parte del XVII, cuajó una nueva escuela teológica y, sobre todo, un modo de hacer teología, una extraordinaria metodología, que ha sido sintetizado como una mezcla perfecta de humanismo cristiano y renacentista, es decir, centrado en la dignidad de la persona humana; como la vuelta a las fuentes, tanto de la Escritura, del Magisterio y de la Tradición y, finalmente, como un armonioso equilibrio de fe y razón que se aplicaba a las cuestiones debatidas del momento.