El amor a la sabiduría

Este libro recoge un discurso en Harvard sobre lo más característico del oficio intelectual, y una conferencia en la Universidad de Marquette donde el autor argumenta sobre la importancia de la historia del pensamiento en la enseñanza general de la filosofía.

Gilson logra despertar el afán de búsqueda, y enseña rigor intelectual y amor a la verdad a quien desea construirse y construir una sociedad mejor.

Étienne Gilson (París, 1884-Auxerre, 1978), filósofo e historiador francés, profesor de filosofía medieval en la Sorbona y uno de los mejores especialistas en Tomás de Aquino. Miembro de la Academia Francesa y eminente conferenciante, muchos de sus libros han sido traducidos al castellano (Reseña del editor).

Ediciones

Edición Editorial Páginas ISBN Observaciones
2015 Ediciones Rialp, S.A.
69
9788432145131

Versión española e Introducción de Rafael Tomás Caldera.

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Este pequeño volumen reúne dos conferencias del autor dictadas en el ámbito académico. La primera está dirigida a definir el ideal y la ética de los estudios superiores, la segunda trata sobre la filosofía y su enseñanza.

Nada más comenzar la lectura de la primera -Etica de los estudios superiores- el traductor nos advierte de una dificultad (nota pág.16); para definir la excelencia académica Gilson utiliza la palabra scholarship, sin equilavencia en el idioma español; él la va a traducir como erudición. Pero erudición, en idioma castellano, hace referencia a la abundancia de conocimientos, probablemente lo contrario de lo que quiere significar el autor. En este sentido Gilson escribe: "La erudición (scholarship) no consiste primariamente en la cantidad de conocimientos que un hombre posee, sino en el modo como los posee" (pág.19).

"Un verdadero erudito -continúa- es en esencia un hombre cuya vida intelectual es parte de su vida moral" (Id.). En castellano hay una palabra y un concepto que aúna los valores intelectuales y morales, y es el concepto de sabiduría, y un concepto instrumental, la verdad. Con acierto el volumen lleva por título "El amor a la sabiduría" y no el amor a la erudición.

El autor concreta la ética de los estudios superiores en varios puntos, todos igualmente importantes: a) El convencimiento de que los resultados dependen de la constancia en el trabajo (pág.25). b) La humildad entendida como "sumisión a la verdad" u "objetividad" (págs.26 y 27). c) Apertura de la mente a toda verdad, sea vieja o nueva. d) Honradez en el modo de hacer las citas, de forma que no se haga decir a los autores algo distinto de lo que ellos dijeron. En este sentido conmina a no citar nunca de memoria (pág.23).

Sobre la educación filosófica el autor comienza con una definición: "filosofar es buscar la sabiduría a través de un esfuerzo estable de reflexión" (pág.31). Y añade: "Nadie puede filosofar y llevar un modo de vida incompatible con el pensar filosófico" (pág.31). De nuevo nos encontramos con un salto desde las virtudes morales a las intelectuales y viceversa; es decir ante la sabiduría y la verdad.

Afirma el autor que el alumno que estudia historia de la filosofía o una introducción a la misma no hace más que coleccionar retales de conocimiento que le llevarán al escepticismo: "La historia de la filosofía no puede sino alimentar el escepticismo filosófico" (pág.50). "La historia no es nuestra meta en este caso. Lo que uno quiere conocer en definitiva es la verdad" (pág.53), y la búsqueda de la verdad nos lleva a "no enseñar filosofía, sino formar auténticos filósofos"(pág.63).

Gilson anima al alumno a tomar un maestro entre los antiguos o los modernos que le lleve por "la única senda que conduce a donde él mismo quiere ir" (pág.68). Nos hace ver que no existe una única filosofía pura y simple, como colgada de los astros (pág.66), sino tantas filosofías como autores de acuerdo con los principios que estos adopten. El alumno ha de acercarse por afinidad espiritual a un maestro (pág.47); tomar las obras de éste y empaparse de ellas hasta que "el cuerpo entero de su doctrina le aparezca traspasado por la luz de sus primeros principios" (pág.63). El maestro de Gilson es -ya lo sabemos- santo Tomás de Aquino (págs.53-69).

Vale la pena también leer la Introducción de Rafael Tomás Caldera. Recomienda el libro para el estudiante universitario, joven académico o investigador en ciernes.

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Lectura rápida y enriquecedora. Entre las ideas pincipales se encuentra expuesta la idea de filosofía y de filósofo, la ética de los estudios superiores, la necesidad de un guía para el estudio de la filosofía (sin necesidad de que este sea cercano o contemporáneo), la función del profesor de filosofía, etc.