De ascendencia judía y nacionalidad austriaca, Simon Wisenthal (1908-2005) sobrevivió a los campos de exterminio que, para eliminar a judíos y otras minorías, funcionaron en Alemania, Austria y Polonia durante la Segunda Guerra Mundial.
"Los asesinos entre nosotros" son aquellos miembros de las SS y de la Gestapo que colaboraron en esos crímenes y que, después de la guerra, pretendieron continuar con sus vidas bajo nombres ficticios e incluso con sus propios nombres. El Centro de Documentación Judía, fundado por Wiesenthal, siguió la pista de muchos de ellos y consiguió ponerlos a disposición de la justicia.
El libro va precedido de una Semblanza de Simon Wiesenthal, por el periodista Joseph Wedisberg.
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El autor relata su
El autor relata su experiencia en los campos de exterminio y, después de la guerra, el funcionamiento del Centro de Documentación Judío de Viena. Cada capítulo está dedicado a la búsqueda de un criminal nazi: Eichmann, Bormann, Menguele y tantos otros.
Wiesenthal explica lo que fue ODESSA, la red de ayuda a los dirigentes nazis para evadir la justicia (cap.III). Señala como hubo una ruta de los monasterios que funcionaba en Italia. Los evadidos se ocultaban en conventos hasta llegar a Roma. Allí recibían documentación vaticana que les permitía embarcarse con rumbo a Sudamérica. En otro capítulo (cap.XX), el autor habla de su descubrimiento del castillo de Hartheim, en Austria. Wiesenthal lo califica como una "escuela de asesinato en masa". Allí se instruian los SS que habían de manejar las cámaras de gas.
El protagonista lamenta del poco interés que ponían las autoridades alemanas y austriacas en perseguir estos crímenes. Nazis de segunda fila, pero autores de actos execrables, eran absueltos o recibían penas leves alegando el cumplimiento de las órdenes recibidas y el miedo a ser castigados si no las acataban. Destaca el caso de austriaco Frank Murer, responsable de la eliminación de 80.000 judíos en el gueto de Vilna (Lituania), que fue declarado no culpable entre los los aplausos del público que asistía al juicio.
Wiesenthal fue denostado y en ocasiones recibió amenazas de muerte. En una ocasión fue requerido para pasar página y perdonar y él respondió: "Personalmente yo perdono al acusado. Le perdono las palizas que me dio y todo lo demás que he descrito, pero no puedo conceder clemencia en nombre de mis compañeros que ya no están en este mundo. No tengo derecho a hacerlo" (pág.319). También pensaba que si se ocultaban aquellos crímenes, se corría el peligro de que las siguientes generaciones volvieran a incurrir en ellos. Wiesenthal maneja las cifras de seis millones de judíos asesinados y cinco millones de no judíos. En este último número están incluidos los alemanes que eran considerados como bocas no productivas: enfermos mentales, incurables y disidentes.
Existe la idea, generalmente acertada, de que los miembros de la Wehrmacht -militares profesionales- no incurrieron en crímenes de guerra igual que los nazis; no obstante Weisenthal narra el caso de los mártires de Cefalonia, isla griega en la que 9.000 soldos italianos se rindieron a los alemanes con motivo del Armisticio proclamado por el Almirante Badoglio en 1943. Todos ellos fueron liquidados por la Wehrmacht en cumplimiento de órdenes directas y secretas de Martin Borman.
El autor señala cómo no todos los alemanes se comportaron de la misma forma, y menciona a todos aquellos que le ayudaron a sobrevivir. Narra el caso, sorprendente, de un judío de aspecto ario que se incorporó a las SS con la esperanza -defraudada luego- de salvar a su familia.
Un libro relativamente interesante y posiblemente didáctico.