El libro está dividido entres partes o tres historias. En la primera, Gay Talese cuenta su vida profesional como periodista, que comenzó como chico de los recados en el New York Times. En la segunda cuenta el intento, durante más de un mes, de realizar una entrevista al cantante y actor Frank Sinatra sin conseguirlo. La tercera se refiere al suicidio de un médico neoyorquino, después de una sentencia de divorcio desafortunada que le había dejado en la ruina. El dibujo de la portada se refiere a ese suceso.
Bartleby es un personaje literario de Herman Melville, que para Talese simboliza al secundario que pasa desapercibido, pero tiene una historia personal que merece ser contada. El subtítulo Retratos de Nueva York es arbitrario, ya que muchos de los episodios narrados transcurren fuera de esa ciudad.
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Bartleby es el protagonista
Bartleby es el protagonista de un relato de Herman Melville, triste escribiente de un abogado que un día alcanza notoriedad al negarse a cumplir una orden de su jefe. La historia de Baterlby pone de relieve que hasta los personajes de menos relieve social tienen su propia historia.
Periodista, Talese ha publicado algunos trabajos de investigación social y también recopilaciones de artículos; en Baterlby y yo encontramos esa diversidad temática. En la primera parte el autor comienza explicando la evolución de su vida profesional, desde chico de los recados en el New York Times hasta autor free lance de libros de investigación. Sería interesante saber qué licenciado en periodismo, en España, accedería emplearse como chico de la fotocopiadora si ese puesto existiese actualmente. Sin embargo, a Talese le sirvió como primer escalón para una carrera de un cierto éxito; todavía como meritorio publicó sus primeros trabajos, de ahí pasó a la sección de deportes donde permaneció dos años, y luego a noticias donde estuvo siete, para finalmente dar el salto a la revista mensual Esquire.
El autor tenía interés en escribir sobre las vidas de determinados personajes característicos que trabajaban o habían trabajado para el NYT: un electricista o un encargado de archivos, pero a quien dedica más páginas es a Alden Withman (páginas 65-90), corrector de pruebas durante veinticinco años, que había tenido una vida agitada y terminó su carrera encargado del obituario del periódico. Es penoso que, después de dedicar tantas páginas a la vida de un corrector de pruebas, la edición española cuente con, al menos, media docena de erratas, desde errores en las fechas hasta una duplicación de signos ortográficos; es algo que desacredita a una editorial.
La segunda parte del volumen (páginas 91 a 209) narra cómo Talese había perseguido infructuosamente al cantante y actor Frank Sinatra para una entrevista con motivo de su cincuenta cumpleaños; no lo consiguió, pero a través de las conversaciones mantenidas con aquellos que rodeaban al cantante y lo que había podido observar él mismo escribió el artículo Frank Sinatra está resfriado, que fue calificado como el mejor artículo publicado nunca por la revista Esquire. El autor explica la técnica que seguía para escribir sus artículos: tomaba algunas notas disimuladamente que le pudieran servir como recordatorio más adelante, "antes de acostarme escribía a máquina lo que había observado durante la jornada mientras lo tenía fresco en la mente", y a continuación "me ponía a crear escenas como si fuera un escritor de relatos, pero consciente de que era un periodista comprometido con la exactitud" (pág.113).
La tercera y última parte del libro lleva por título "El brownstone del Dr.Bartha" (páginas 225 a 334), aunque no se explica en ningún lugar lo que sea un brownstone, una especie de edificio al parecer. Esta parte no guarda ninguna relación con todo lo anterior, es una historia triste y excesivamente compleja que posiblemente no había encontrado acomodo en otro lugar, cien páginas con ningún interés salvo el de darnos cuenta de que Bartleby y yo es un cajón de sastre o capa de tuno, hecha de retales más o menos bien cosidos. Talese reconoce que, en ocasiones, la revista le había devuelto artículos calificámdolos de "demasiado arcanos o irrelevantes" (pág.216).
Talese es perfeccionista, y sus artículos para Esquire se caracterizan por su extensión -entre cuatro mil y siete mil palabras- y por la lentitud del autor para escribirlos y corregirlos ¿Es fácil leerlo? Desde luego lo es, igual que leer un artículo de periódico que no te interesa para nada. No tengo la formación necesaria para determinar si la prosa del autor es buena o mala, Kipling decía que sus años de trabajo en un periódico le habían ayudado a perfeccionar su estilo a base de podar todo lo innecesario, y es posible que a Talese le ocurriera lo mismo. En todo caso, no recomendaría Bartleby y yo más que a periodistas y a estudiantes de periodismo.