El don de la paz

"Decidí redactar esta carta para explicar por qué he escrito este librito. No es una autobiografía, sino sencillamente una reflexión sobre mi vida y mi ministerio a lo largo de los últimos tres años, que fueron al mismo tiempo de alegría y de dificultades. Mis reflexiones comienzan con la acusación de mala conducta sexual que se me hizo en 1993 y se prolongan hasta el presente, cuando me preparo para la última etapa de mi vida, la que empezó en junio de 1995 con el diagnóstico de una forma agresiva de cáncer. Esta reflexión se propone ayudar a que los demás comprendan cómo lo bueno y lo malo están siempre presentes en nuestra condición humana y que si nos entregamos, si nos ponemos totalmente en manos del Señor, predominará lo bueno" (Card. Joseph Bernardin en la presentación).

Ediciones

Edición Editorial Páginas ISBN Observaciones
1997 Planeta+Testimonio
179
0-8294-0955-6

Subtítulo: Confesiones del Cardenal Joseph Bernardin. Edición española de 1998.

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Joseph Louis Bernardin nació en Carolina del Sur (USA) en 1928. Fue ordenado sacerdote en 1952 y Obispo en 1966. Cardenal-Arzobispo de Chicago falleció en esta ciudad en 1996, de un cáncer de páncreas. Escribió 'El don de la paz' en sus últimos meses de vida. Trata sobre la acusación de la que había sido objeto, de abusos sexuales a un seminarista y continúa con su preparación para la muerte ya inminente. Sobre la primera cuestión parece ser que el Cardenal había dictado un Protocolo para tratar estos abusos y que un sacerdote de otra Diócesis quiso demostrar que el Arzobispo no era ajeno a ellos. Fuera por ello o por motivos económicos, de acuerdo con un abogado especializado en este tipo de demandas el clérigo convenció a un ex-seminarista enfermo de sida, Steven Cook, para que se sometiera a una sesión de hipnosis. Durante la misma, ¡oh milagro!, el enfermo recordó que había sido objeto de abuso sexual por parte de su Arzobispo. Desgraciadamente, en el contexto de los Estados Unidos de aquella época, la acusación era creíble y tanto el abogado como el asesor espiritual agitaron las aguas de la opinión pública. "Sentí la presencia del diablo -escribe el Cardenal- como nunca la había sentido". Pero también siente que el denunciante es un hombre enfermo y solo. Renuncia a interponer una contra-demanda, conecta con Steven y le pide que se entrevisten delante de testigos. "Nunca abusé de ti. Tú lo sabes ¿verdad? -le pregunté mirándolo directamente a los ojos. Steven asintió con la cabeza y contestó: Sí. Lo sé y deseo disculparme por haber dicho que lo hizo". En la Eucaristía que celebraron a continuación el Cardenal dijo: "La Iglesia es nuestra familia. Podemos sufrir daño o alejarnos, pero puesto que no tenemos otra debemos trabajar por la reconciliación. Esto es lo que hemos hecho esta tarde". Ambos continuaron en contacto hasta la muerte de Steven, dos años más tarde. El don de la paz se manifestó, en este caso, como el don del perdón. El libro contiene pasajes autobiográficos, pero la mayor parte son reflexiones sobre el ministerio sacerdotal y episcopal. Conforta comprobar como las dificultades espirituales de un Obispo no son distintas a las de cualquier creyente: la necesidad de orar, la soledad ante la difamación o el miedo a la muerte. Bernardin se examina sobre el vaciamiento de sí mismo para llenarse de Cristo, o su el deseo de éxito y reconocimiento en las tareas eclesiales. Expone su convicción de que de las mil ocupaciones de la vida, la mayor parte son ajenas a lo fundamental. De hecho durante su último año se dedicó al acompañamiento de los enfermos y a administrar el sacramento de la extremaunción. Señala, como ante la multitud de los fieles y de los enfermos no cabe más actitud que la cercanía, a fin de que se sientan acompañados. También lamenta que, en ocasiones, la tensión entre "tradicionalistas" y "progresistas" le haya llevado a no expresarse con sinceridad. Desde mi punto de vista se trata de un libro excelente, y doblemente excelente porque es breve. Bernardin no interpela al lector, sino que reflexiona sobre sus propias acciones y así consigue algo que no buscaba: la adhesión de éste. El título obedece al regalo de la paz interior, que Bernardin dice haber recibido de Dios en sus trabajos y dificultades. Al terminar el libro uno se siente movido a elevar una petición a este sacerdote y Obispo, especialmente por los enfermos.