Filip, un pintor en plena crisis creativa que después de la Gran Guerra regresa a su país tras largos años de ausencia, llega a la estación de Kaptol en Zagreb y emprende viaje hacia el norte de Croacia. Allí, en la llanura de Panonia, vive su madre. En ese ambiente marcado por la decadencia de las tradiciones habsburguesas, por el encuentro y el desencuentro entre los distintos pueblos del área danubiana y por los olores y los colores del mundo rural, Filip se abandona al flujo violento e impredecible de la memoria. Sumido en el hastío pueblerino, que agudiza su desarraigo, y atormentado por no saber quién es realmente su padre, inicia una relación con una mujer del lugar. El retorno de Filip Latinovicz, que data de 1932, es el singular retrato de un artista atribulado y el extraordinario fresco de la disolución de un imperio. .
Comentarios
Parecería lógico que, en un mundo inevitablemente globalizado, las literaturas nacionales minoritarias tendiesen a ser paulatina e inexorablemente olvidadas. Pero, al contrario, de pronto surgen escritores de innegable valor, autores de obras que, desgraciadamente, nos son desconocidas, y que lo continuarían siendo de no contar con la encomiable labor de edición y promoción de gente que ama los libros y que todavía cree en ellos como fuente de sabiduría, felicidad y conocimiento. Entre esas narrativas ignotas se encuentran las de los antiguos países del Este, de cuya importancia ahora empezamos a atisbar el calado: Sándor Márai, Imre Kertész en húngaro, Mihail Sebastian en rumano, y poco más. Nos llega ahora la obra de Miroslav Krleza, autor yugoslavo, intelectual, “antimilitarista” y “contrario a la monarquía yugoslava” estos son los escasos datos biográficos que conocemos de él, incluida su militancia en el partido comunista del que fue expurgado en 1939 y acusado de trotskismo, los cuales son aquí irrelevantes. Krleza es un autor de enorme interés, de prosa fácil, exenta de manierismos estériles. Un autor más preocupado por sus historias y sus personajes que por él mismo: un autor de verdad. Y una novela que explica una historia hermosa y sencilla, la de un pintor que regresa a casa, Croacia, después de varios años y una vez terminada la primera contienda mundial. Ese retorno, al mismo tiempo geográfico y sentimental, nos llevará a contemplar el desmoronamiento del antiguo Imperio Austrohúngaro, y por ende, de sus usos y costumbres, la gran mayoría de ellos ya periclitados; por otro, el peregrinar interior de quien busca conocer la identidad de su progenitor mientras se acumulan recuerdos, esperanzas y anhelos. Resulta un placer adentrarse en esta novela pergeñada de manera sobria y elegante, con ese aroma levemente encorsetado que trasmitían las antiguas maneras de ser y comportarse, respetuosas y algo distantes en la forma, apasionadas y sinceras en el fondo. Hombres de antes, historias imperecederas, literatura de siempre.