Principios de una política humanista

En 1941 Francia había sido ocupada por la Alemania nazi. Maritain, exiliado en los EE.UU., analiza los errores en los que ha incurrido la IIIª República francesa.

Desde una perspectiva cristiana repasa los conceptos de libertad, igualdad, autoridad, así como el llamado maquiavelismo político: separación entre ética y política.

También se plantea cuál debe ser la cooperación en la ciudad temporal entre católicos, creyentes no católicos y ateos. En ese momento las tres categorías estaban representadas, junto con los judíos, en los campos de concentración alemanes.

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Edición Editorial Páginas ISBN Observaciones
1945 Universidad de Puebla. México
288
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Desde la antiguedad los filósofos se han planteado cómo debía ser el gobierno de la sociedad. San Agustín y Santo Tomás trataron sobre la ciudad de Dios y la ciudad temporal. En la Edad Moderna la Revolución francesa había planteado un triple ideal: Libertad, igualdad y fraternidad, y había consagrado un modelo de República burguesa. J.J. Rousseau había escrito que la autoridad se basa en el consenso de los hombres y Proudhon que, en una sociedad perfecta, la autoridad no existiría. Todo régimen político se basa en una ideología y Maritain, desde una perspectiva cristiana, analiza los elementos en los que se basan las Repúblicas burguesas o liberales.

Según el autor la libertad no es una libertad de elección ilimitada, éso sería pura anarquía. La libertad del hombre en el medio social es una libertad de desarrollo, tutelada por la Ley, y sujeta a los fines que la naturaleza ha previsto para las sociedades humanas: la convivencia y el amor. Todo lo que no sea amor es antinatural, pero por desgracia muy frecuente. Hay una naturaleza caída, defectuosa, a la que el Estado debe poner límites. Los Gobiernos deben facilitar a los ciudadanos el ejercicio de sus derechos de acuerdo con su común dignidad, y los ciudadanos practicar entre sí una amistad cívica; una fraternidad que es virtud cristiana.

El autor critica la igualdad concebida como igualitarismo. Las desigualdades sociales son conformes con la naturaleza, y un motor para su desarrollo y evolución, siempre que se respete la dignidad individual de los ciudadanos. Es inevitable recordar aquel punto de Camino que dice: "¿No crees que la igualdad, tal como la entienden, es sinónimo de injusticia?" (Camino, nº 46). Y la democracia tiene que basarse en la justicia. El igualitarismo, por ser antinatural, no puede imponerse más que con la violencia.

Maritain plantea la necesidad de una autoridad en la sociedad. Desde la Revolución francesa el concepto de autoridad no es muy popular y, sin embargo, comprobamos como los políticos buscan y se aferran al Poder. Para Maquiavelo la política es el arte de mantenerse en el poder independientemente de los medios que se utilicen para ello. Maritain critica el maquiavelismo en política. Pero autoridad y poder no son lo mismo. La autoridad se basa en la Verdad y el cristiano debe ser heróico defendiéndola aunque nunca alcance el Poder.

Por último, el autor se plantea los ámbitos de cooperación entre creyentes y no creyentes en la ciudad temporal. Señala como ambos han caído bajo el poder de los nazis y lamenta lo que se había tardado en establecer un ámbito de cooperación -la Resistencia- a causa de los recelos mutuos.

El libro requiere una lectura atenta y unos conocimientos previos en la materia, pero es importante. Supone repasar los conceptos básicos de la Etica Social. Hoy se denuncian las limitaciones de los sistemas democráticos, y los viejos demonios del egoismo y el enfrentamiento vuelven a hacerse presentes. Estos suponen un riesgo para la libertad. Por eso es necesario realizar una crítica del sistema desde la perspectiva cristiana. El único defecto que encontramos en este libro, en cuanto al fondo, es la posibilidad que plantea de una llamada democracia orgánica o corporativa. Esta se ensayó en la España de Franco y en la Argentina de Perón y se demostró que realmente no alcaza estándares democráticos.