Mauricio Wiesenthal se presenta a sí mismo como un bohemio y humanista, que en su juventud viajó por Europa y América. Cantaba en los cafés y también a aquellas mujeres a las que llegó a amar.
En Francia se hace consciente de la crisis de valores que experimenta la sociedad al abrazar el racionalismo materialista, que él ve representado por Sartre. Critica a los que se autodenominan progresistas y se atreven a condenar su fe y sus ideales, éticos y estéticos. Como ejemplo de estos últimos pone a Albert Camus.
Edición | Editorial | Páginas | ISBN | Observaciones |
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2019 | Acantilado |
476 |
978-84-15689-44-7 |
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Escribe el autor que "este
Escribe el autor que "este libro quiere ser una defensa del humanismo" (pág.14). "El siglo XX -continúa-, al quebrar de forma irresponsable las bases de la educación humanista sumió a la sociedad burguesa en el cenagal de una crisis de valores" (pág.15). "Me horroriza el mundo prosaico y materialista que muchos padres de mi generación han legado a sus hijos (...); he luchado mucho para no rendirme ante las dificultades y pasar a los jóvenes el testimonio de que es posible vencer batallas con confianza en los valores románticos que enriquecieron la fe humanista y religiosa de nuestros antepasados" (págs.357 y 358).
Wiesentahal se considera a sí mismo un rebelde y explica que esa actitud comenzó con la invasión de Hungría por los soviéticos en 1956: "Yo tenía trece años cuando los tanques soviéticos invadieron Hungría. Esa aventura forjó mi carácter porque fue una batalla entre un pueblo valiente y una potencia criminal" (pág.406). Su rebeldía le llevará con el tiempo a rechazar el materialismo como opción y el izquierdismo como elección política; por el contrario, reafirma su fe católica, el idealismo entendido como un conjunto de valores, la bohemia como forma de vida y su consecuencia la pobreza: "Solo la fe y el arte -escribe- pueden salvar el mundo encontrándole un sentido" (pág.412).
Por la rama paterna Mauricio desciende de judíos alemanes, pero su madre hace que se eduque en un ambiente católico: "Detrás del cristianismo -dirá más adelante- hay ideas, sentimientos y razón" (pág.399), pero constata cómo el deterioro de la cultura se manifiesta también en el abandono de la fe religiosa. Él refiere que "cuando me dispongo a escribir rezo. Pido al Espíritu emoción, calor y luz, y antes de hablar en público o de dirigirme a mis alumnos me retiro unos minutos para hacer mi plegaria" (pág.376).
De su vida de bohemia en París señala cómo "no querían ser hombres de Ilustración sino de Espíritu" (pág.385). "Jóvenes que creíamos que ser idealistas era una obligación en este mundo sin valores (...) defendíamos el estilo, la belleza, los medios limpios y el arte" (págs.408 y 409). Confiesa que no tiene bienes de fortuna, pero recuerda cómo Rilke había escrito que "la pobreza es un gran resplandor interior" (pág.313) y afirma que "nunca consideré que la pobreza fuera para mí una desdicha" (pág.116).
Frente al idealismo que defiende el autor se alza la filosofía materialista: "Los jóvenes tienen derecho a saber -escribe- dónde se inició la filosofía materialista que es la base del pensamiento moderno" (pág.403): "Marx, al buscar refugio en el materialismo, marcó el decurso del pensamiento europeo del siglo XX" (pág.405). "Algunos jóvenes de mi tiempo -continúa- sufrimos mucho con los intelectuales cerrados y sectarios (pág.407), "Inquisidores que se llamaban a sí mismos la izquierda progresista, nos colocaban tramposamente en la derecha y en la reacción para poder condenarnos (...), hoy -concluye- siguen maquillando sus mentiras" (pág.409).
Nos encontramos ante un libro desigual, ligero en lo que se refiere a los datos biográficos, claro en lo que defiende y exhaustivo en la crítica de la cultura contemporánea. Me pregunto si hay jóvenes dispuestos a leer un libro como éste y a compartir sus ideas ...,, quizas uno entre diez mil. Leer artículo 1 >>, leer artículo 2 >>, leer artículo 3 >>, leer artículo 4 >>