Viaje en autobus

Antes de la Guerra Civil española Josep Pla había ejercido como corresponsal de prensa en distintos países europeos -su recuerdo vuela sobre todo hacia París. Después de la guerra, su escepticismo sobre las relaciones humanas le lleva a centrarse en el país que le rodea -LÈmpordá-, su gente y en el recuerdo de aquellos que ha conocido, desde compositores de sardanas a relojeros. Su atención se centra curiosa en los viajes en autobús, las fondas, los mercados, la agricultura, la gastronomía o el paisaje. Como escritor Pla sustituye la imaginación por una superior capacidad de observación. Con una adjetivación original y colorida va describiendo los campos, la lluvia y el cielo. En ocasiones sus observaciones semejan "gregerías", como cuando define una plaza como "un gran espacio de aire colocado delante de un edificio". En la Introducción a este libro afirma que ha intentado simplificar su lenguaje hasta el máximo. Desconozco dónde se encuentra la máxima desnudez del lenguaje, probablemente en el silencio, pero todos los que hemos leído a Pla en ésta u otra de sus obras conocemos la sencillez de su estilo literario.

Casi en el inicio de esta obra, Pla manifiesta leer a G.K.Chesterton, y comprobamos que ambos autores tienen puntos en común. Chesterton hace apología del hombre común, que para Pla es el payés, el hombre de la tierra. Los dos defienden los placeres corrientes de la vida, como son la comida o el vino. Ambos, por igual, son aficionados a  las comparaciones originales, a las metáforas audaces y a dibujar el cielo al atardecer.