Decía el filósofo cristiano Boecio, en su famosa obra redactada en el siglo VI, “La consolación de la filosofía”, al abordar el problema del mal en el mundo, que era como si se le presentase delante de los ojos una hidra de mil cabezas, de modo que, aunque pudiera cortar una, enseguida aparecerán a su vista otras tantas, es decir, que se trataría de un problema insoluble, que en definitiva, abocaría a la constatación de un misterio insondable: el de la libertad del hombre y su encaje con la infinita gracia de Dios.