Dokgo vive en la calle y duerme en la estación de Seúl. Tiempo atrás tenía un trabajo, una casa, una familia, pero un día lo perdió todo. Incluso la memoria. Cuando encuentra un monedero, decide entregárselo a su dueña, la señora Yeom, una profesora jubilada que gestiona una pequeña tienda abierta las veinticuatro horas. Para agradecérselo, la mujer lo invita a comer en su local y, ante la necesidad de cubrir una vacante en el turno de noche, le ofrece el trabajo. Gracias a su nuevo puesto, Dokgo, algo torpe a veces, silencioso otras, empieza a ayudar a muchas personas del barrio.