El autor parte en este libro de que la tradición cristiana es el único lugar del que se pueden deducir imaginaciones radicales de espacio y de tiempo, de presencia, que rompan con las dinámicas que ha establecido la razón secular tanto en nuestra política, nuestra sociedad y nuestra cultura, como dentro de la Iglesia. En la imaginación de la política contemporánea, moderna, tiene un protagonismo destacado el Estado, que ha sido capaz de imponer las leyes y los argumentos de nuestra forma de comprendernos y relacionarnos.