Itsjok Katznelson se enfrentó cara a cara con el mal en el gueto de Varsovia el 14 de agosto de 1942. Al volver con su hijo mayor del taller en el que trabajaban, encuentran su habitación vacía. Su mujer y sus hijos menores habían sido deportados a un campo de exterminio. A la catástrofe colectiva se suma ahora la personal. En el gueto está como en trance; escribe torrencialmente noche y día y sus poemas circulan en centenares de copias que llaman a la lucidez y a la resistencia frente al gran objetivo de exterminar y no dejar rastro.