En los cuentos de este cuarto volumen, el autor intenta compaginar su amor por las leyendas, los cuentos de hadas, o los temas mitológicos con su profundo sentido religioso y, al mismo tiempo, amalgamar ambos con su gran entusiasmo racional por "el progreso". El progreso, tal como lo entendían las personas del siglo XIX, era una explosión de optimismo, de racionalidad y de fe en el hombre y en los nuevos y portentosos avances de la ciencia y de la técnica.